Una feligresa llamada Marcelina le contó al sacerdote sobre la muerte de la esposa de uno de sus hijos. La mujer había estado sufriendo de un absceso en la mejilla que no mejoraba a pesar de visitar varios dentistas y curanderos. Eventualmente, el absceso se movió a su pecho y su salud empeoró. La familia la llevó con una curandera reconocida, pero la mujer murió. Esto generó disputas sobre dónde sería enterrada entre las familias de la madre y el esposo. Finalmente, la
1. Queridos amigos:
Se llama Marcelina. Es una fiel feligresa que no deja pasar un acto de la parroquia
sin que ella esté presente. Conocía hasta el sitio que
normalmente ocupaba en la iglesia cada vez que venía. Pero
llevaba una temporada que su sitio estaba ocupado por
diferentes personas y eso me extrañó. ¿Habría fallecido
durante mis vacaciones?. Pero un día apareció y vino a
saludarme. Le manifesté mi extrañeza de no verla y me contó
que habían tenido un duelo en la familia. La mujer de su hijo
mayor, que vivía junto a su casa había fallecido y habían
tenido muchos problemas pero que ahora todo se había
normalizado y me volvería a ver como en tiempos pasados.
Era una familia con la que tenía mucha relación porque
habían tenido la desgracia de tener cuatro hijos que padecieron la anemia falciforme, una
especie de anemia que generalmente les conduce a la muerte antes de los 21 años. Es una
incompatibilidad sanguínea de sus padres. Yo les había asistido en numerosas ocasiones
y les había visitado con frecuencia. Le dije que viniera a contarme cómo había ocurrido
puesto que la víctima gozaba de buena salud y nunca había oído que padeciera ninguna
enfermedad.
Me contó lo siguiente. Su hijo había tenido seis hijos con la misma mujer y se
arreglaban estupendamente. Últimamente le había salido una especie de flemón que la
hacía sufrir mucho. Tenía el carrillo inferior izquierdo
muy abultado. Recurrieron a varios dentistas sin
resultado alguno. Cada uno le prometía que se sentiría
mejor pero seguían los dolores y la inflamación.
No salía de casa porque todo el mundo se
interesaba del hinchazón que aparecía en su cara y le
daban consejos de cómo desaparecería todo sin darse
cuenta porque a un amigo de ellos le había ocurrido
algo parecido y terminó totalmente curado siguiendo sus consejos. Unos la recomendaban
2. cambiarse de secta. (Habían dejado de ser católicos). Otros le traían plantas de la selva
con cuyas infusiones se reduciría la hinchazón en pocos días. Otros le recomendaron unos
curanderos muy eficaces que además, eran expertos en esa clase de enfermedad. Todo
resultó inútil. Se habían arruinado pagando a los curanderos y el mal continuaba igual que
antes.
El matrimonio se arreglaba estupendamente y también sus respectivas familias,
hasta que apareció la enfermedad. La madre de la enferma, que vive en un poblado situado
a unos 60 Km de nuestra parroquia, le llamó a su hija para que se presentara en casa
urgentemente. Tenían necesidad de saber quién era el causante del mal y descubrir el
remedio que pusiera fin a tanto sufrimiento.
La llamada de la madre tiene más fuerza que el deseo del marido porque su negativa
podría provocar el rechazo del clan, que es donde reside aquello que hace posible que la
vida continúe. La madre tenía fama de ser una curandera renombrada. Marcelina temía
por su nuera, a la que apreciaba como a una
hija, porque le había hecho feliz a su hijo y le
había dado seis nietos que ella cuidaba con
cariño. Quiso quitarle de su cabeza la idea de
juntarse con su madre, pero no lo consiguió.
Incluso llamó a su hijo contándole lo que
pasaba, pero tampoco éste logró convencerla
para que se quedara en casa. Cogió cuatro
ropas y antes de que su marido regresara del
trabajo buscó un medio para que le acercara a
su poblado.
La madre, en cuanto vio a su hija, se
asustó. Llamó inmediatamente a un adivino con quien había trabajado en ocasiones
anteriores y le pidió que se presentara con urgencia porque tenía un caso muy grave que
resolver. Llegó el adivino, interrogó a la enferma, utilizó
sus huesecillos y raíces que llevaba en un saquito, los
esparció por el suelo mientras pronunciaba unas palabras
incomprensibles y después de dar vueltas y vueltas con la
mano sobre sus amuletos, se consideró incapaz de descubrir
al causante de la enfermedad.
Según él, estaba claro que el causante del mal no era
algún miembro por parte de la familia del marido, ni de la
mujer, con lo cual concluyó diciendo que se debería a algún
espíritu que anda por el aire pero que de vez en cuando
aterriza sobre algún mortal, con lo cual se hacía más difícil
descubrir la pócima que podría aliviar a la enferma. De
todas formas, él llevaba siempre unos remedios con los que
podía curar a cuantos enfermos necesitaran de sus
atenciones, y la recomendó que los utilizara.
La pobre enferma sufría lo indecible. El flemón no disminuía y el dolor de muelas
tampoco. Su marido no podía desplazarse hasta ese poblado para recuperar a su mujer y
llevarla al hospital, porque no solamente era la madre, es decir, su suegra, sino también
3. sus hijos quienes hacían piña defendiendo a la enferma y la presencia de su marido era
considerada como si
tratara de robarla y
conducirla a una
muerte segura. En
cuestiones de
costumbres muy
raramente se recurre a
la policía.
Mientras tanto,
habían estado
llamando a todos los
curanderos de los
alrededores quienes
se presentaban con toda clase de remedios a base de plantas, raíces, incluso tatuajes, sin
que nada de lo que prometían resultara beneficioso. Pero, según me contaba Marcelina,
un día desapareció el flemón y el mal fue a instalarse en un pecho que se le hinchó como
si fuera un balón.
Creían que ahora podían vencer el mal y llamaron a un curandero muy famoso que
vive bastante lejos de su poblado, pero consiguieron una bicicleta y se presentaron en
casa del adivino para contarle lo
que les ocurría y solicitar su
colaboración si es que se sentía
capaz de curar la enfermedad.
Concretaron la cantidad que
deberían pagarle por el
desplazamiento, los cuidados que
iba a proporcionar, etc.
El tratamiento no se comienza
directamente. Todo curandero hace
al mismo tiempo de adivino para
intentar conocer el origen del mal. Primero comienzan por la parte ausente, es decir, de
la familia del marido. Trata de conocer las relaciones existentes entre las dos familias, si
en alguna ocasión llegaron a amenazarse, si hubiera pleitos pendientes o hubiera habido
litigios que han ocasionado
enfrentamientos y una vez satisfecho el
interrogatorio, comienza el tratamiento.
Les había asegurado que había actuado en
casos semejantes y los enfermos habían
sido curados, por lo cual él les garantizaba
la curación de la persona que habían puesto
en sus manos.
Todos se sintieron tranquilos, menos
la enferma, que no hacía sino quejarse de
sus dolores en el pecho. Nadie la hacía
caso hasta que vieron que adelgazaba de día en día y entonces pensaron que lo peor
4. podría ocurrir. Sin embargo, el curandero seguía en casa y trataba de calmar sus dudas,
pero decidieron ponerle al
corriente a su marido de lo que
estaban observando
prometiéndole que se sentirían
más tranquilos si vinera a estar
junto a ella.
La situación se fue
agravando. El curandero se dio
cuenta que ese caso era diferente
a otros que habían acudido a él y
comenzó a temer por su integridad física. Procuraba calmar los temores de los miembros
de la familia aunque se daba cuenta que sus palabras producían cada vez menos efecto.
Y efectivamente, la enferma falleció. El curandero fue el primero en darse cuenta y
trató de alejarse lo más posible de la casa antes de que sus moradores descubrieran
también lo sucedido. Los hermanos de la difunta, cuando se dieron cuenta que su hermana
había dejado de existir, salieron en busca del curandero para ajustarle las cuentas pero
éste estaba ya lejos y de esa forma pudo salvar su vida.
El problema que se presentaba ahora era ¿Dónde iban a enterrar a la difunta? ¿En la
familia de la madre o en la familia del marido? La familia de la madre había gastado un
montón de dinero en
cuidados médicos de los
curanderos y luego tendría
que hacerse cargo de todos
los demás gastos: ataúd,
gente que asiste al entierro,
velatorio durante varios
días, etc. Le pidieron al
marido que se hiciera cargo
de todo, incluso del
transporte de la difunta
hasta la casa que hasta
entonces había sido la suya para que sus hijos pudiera llorar a la que hasta entonces había
sido su madre.
Los hermanos y la madre de la difunta tenían miedo de que si se presentaban en el
duelo les iban a pedir cuentas sobre lo ocurrido y podrían salir malparados. Al cabo de un
mes, cuando ya había terminado todo y los familiares del marido habían vuelto a sus
casas, se presentó el hermano mayor de la difunta para hacerse cargo de todo cuanto había
pertenecido a la fallecida y llevárselo a su casa.
Es costumbre que cuando fallece alguien, algún miembro de la familia del muerto
recoge cuanto le había pertenecido para repartírselo entre ellos, como si fuera una
compensación por la pérdida sufrida y para que la prenda que seguirían luego usando
fuera como una forma de que la difunta continuara viviendo entre ellos.
5. Ahora, todo ha pasado. La vida sigue con normalidad, solamente que de vez en
cuando alguno de los hijos nombra a la madre y vuelven a oírse los lloros de todos que
aún no han podido olvidar a la que tanto echan en falta.
Cada tribu tiene sus costumbres, unas más violentas que otras, pero en este caso
tuvieron la suerte de que los diferentes adivinos que la trataron no pudieron descubrir al
causante de la enfermedad, de lo contrario se hubieran ensañado con él, le hubieran
desposeído de sus bienes o le hubieran matado, para evitar que “el agresor” continuara
actuando impunemente.
Si uno es acusado de ser “el hechicero”, el causante
del mal, no le queda otro remedio si quiere vivir en paz, que
marcharse a otro pueblo, lo más alejado posible, donde
nadie le conozca, para poder hacer una vida normal. De lo
contrario, la culpa de todo hecho luctuoso que ocurra en el
poblado recaerá sobre él en un primer término, aunque
luego se busquen también a otros autores.
Los juicios no se celebran a puerta cerrada, sino son
públicos y todo el mundo es testigo de lo que se dice o de
lo que se hace. También los niños pueden participar en él.
Yo fui a visitar a la familia. Les encontré a todos, unos
haciendo los deberes de la escuela, los mayores habían ido
a la fuente a coger agua para llenar el bidón vacío que tenían
en casa, el padre no había salido todavía de su lugar de
trabajo y la abuela, hecha una madre, atendía a unos y otros mientras vigilada el puchero
que había puesto al fuego.
Un abrazo.
Xabier