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EL SUJETO
   Y EL PODER
   Michel Foucault

  Primera traducción al castellano,
por Santiago Carassale Angélica Vitale




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                    1
INTRODUCCION DE LOS TRADUCTORES


Al momento de su muerte Michel Foucault era uno de los pen-
sadores más relevantes de Francia; ocupaba la cátedra de "His-
toria de los sistemas de pensamiento" en una de las más presti-
giosas instituciones intelectuales de ese país el "Collège de Fran-
ce". En Le dictionnaire des philosophes, publicado el mismo año
de su muerte, se encuentra una caracterización de él por parte
de Maurice Florence (pseudónimo de Foucault): "Sin duda to-
davía es demasiado pronto para apreciar la ruptura introducida
por M.F., profesor en el Collège de France (cátedra de historia de
los sistemas de pensamiento) desde 1970, en un paisaje filosófi-
co dominado hasta entonces por Sartre, y lo que éste designaba
como la filosofía insuperable de nuestro tiempo: el marxismo.
De entrada, desde Histoire de la Folie (1961), M.F. está en otra
parte. Ya no se trata de fundar la filosofía sobre un nuevo cógito,
ni de desarrollar los sistemas de las cosas ocultas hasta entonces
a los ojos del mundo, sino más bien interrogar este gesto
enigmático, quizá característico de las sociedades occidentales,
por medio del cual se ven constituidos unos discursos verdade-
ros (y, por tanto, también la filosofía) con el poder que se les
conoce".
Michel Foucault como bien decía Deleuze era un pensador sísmi-
co, que incesantemente está quebrando los planos de su discur-
so introduciendo nuevas líneas que reconfiguran su trabajo. No
está demás decir que el mismo era consciente de tales prácticas
y ya en la magistral conclusión de la Arqueología del saber se
defendía a la pregunta "¿desde donde habla usted?".
Foucault, en uno de sus últimos escritos, retomando la pregunta
de Kant ¿qué somos nosotros?, en este preciso momento, abre a
la Ilustración, a una ontología de la actualidad. Y la actualidad es
lo que devenimos, acotará Deleuze, esas diferencias que se mar-

                                 2
can en el ahora abriéndonos a un futuro. Es en esas diferencias
(diferendos), donde debe ubicarse un pensamiento que preten-
da incidir en lo que somos-devenimos, y es ahí donde Foucault
trata de situarse esa pura distancia que se encuentra entre las
fuerzas que luchan y que constituyen las coyunturas que atravie-
san el cuerpo social.
El presente trabajo de Foucault que ha sido traducido del inglés,
constituía el epílogo a la segunda edición del libro de Hubert L.
Dreyfus y Paul Rabinow: Michel Foucault: beyond structuralism
and hermeneutics (Michel Foucault: más allá del estructuralismo
y la hermeneútica) públicado por la Chicago University Press,
1983. Todo lector más o menos familiarizado con Foucault, en-
contrará en este artículo una serie de precisiones y reformula-
ciones extremadamente interesantes, que replantean nueva-
mente su trabajo, abriendo nuevos horizontes.
Last but not least (por último pero no menos importante), como
en todos estas ocasiones se nos viene a la mente aquel juego de
palabras "traductor, traidor". Si leer es comprender y compren-
der es traducir, diríamos que en este acto de lectura que con-
forma una traducción es donde se hacen más salientes los ries-
gos que el acto de leer implica. Pero por otra parte también nos
lleva a replantear la aceptación acrítica de las traducciones,
siempre y cuando se esté armado para tales menesteres.
Santiago Carassale. Angélica Vitale




                                3
Michel Foucault
                    EL SUJETO Y EL PODER

Por qué estudiamos el poder: la cuestión del sujeto.
Las ideas que desearía discutir aquí no representan ni una teoría,
ni una metodología. En primer término me gustaría decir cuál ha
sido el propósito de mi trabajo durante los últimos veinte años.
Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tam-
poco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario
mi objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos
por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos. Mi
trabajo ha lidiado con tres formas de objetivaciones, las cuales
transforman a los seres humanos en sujetos.
El primero, el modo de investigación que trata de darse a sí
mismo el estatus de ciencia, por ejemplo la objetivación del suje-
to hablante en la Grammaire Générale, la filología y la lingüística,
o incluso en este primer modo de objetivación del sujeto pro-
ductivo, que trabaja, en el análisis de la riqueza y la economía, o
un tercer ejemplo, la objetivación del hecho puro de estar vivo
en historia natural o biología.
En la segunda parte de mi trabajo he estudiado los modos de
objetivación a los que yo llamaría "prácticas divisorias". El sujeto
está dividido tanto en su interior como dividido de los otros. Este
proceso lo objetiva. Los ejemplos son, el loco y el cuerdo; el en-
fermo y el sano, los criminales y los buenos chicos.
Finalmente, he pretendido estudiar, -es mi trabajo actual- los
modos en que los seres humanos se transforman a sí mismos en

                                 4
sujetos. Por ejemplo, he elegido el dominio de la sexualidad:
como los hombres han aprendido a reconocerse a sí mismos
como sujetos de la "sexualidad". Por lo tanto no es el poder sino
el sujeto, el tema general de mi investigación.
Es cierto que me he visto un tanto implicado en el tema del po-
der, y podría inferirse fácilmente que en tanto el sujeto se en-
cuentra en relaciones de producción y significación, se encontra-
ría igualmente en relaciones de poder, las cuales son a su vez
sumamente complejas.
Si bien, la teoría y la historia económica proveen de buenos ins-
trumentos para las relaciones de producción, -así como la lin-
güística y la semiótica ofrecen buenos instrumentos para el es-
tudio de las relaciones de significación- no sucede lo mismo en el
caso de las relaciones de poder. Tradicionalmente, se ha recurri-
do a formas de pensar en el poder basadas en modelos legales,
esto es: ¿qué legitima al poder? o se ha recurrido a formas de
pensar el poder basadas en modelos institucionales, esto es:
¿qué es el Estado?
Por lo tanto considero que es necesario ampliar las dimensiones
de la definición de poder, si se quisiera usar esta definición para
estudiar la objetivación del sujeto.
¿Necesitamos entonces una teoría sobre el poder? Desde el
momento en que una teoría presupone una objetivación dada
no puede ser tomada como la base de un trabajo análitico. Pero
este trabajo analítico no puede proceder sin una conceptualiza-
ción permanente, la cual, implica un pensamiento crítico, una
revisión constante.
La primera cuestión a revisar es la que yo llamaría, las "necesi-
dades conceptuales", lo cual significa que la conceptualización
no debería estar fundada en una teoría del objeto, ya que el ob-
jeto conceptualizado no es el único criterio para una buena con-
ceptualización. Deberíamos tener en cuenta las condiciones


                                5
históricas que motivan nuestra conceptualización. Es necesaria
una conciencia histórica de nuestras circunstancias actuales.
La segunda cuestión a revisar es el tipo de realidad con la que
tratamos.
Un escritor de un conocido diario francés expresaba su sorpresa
diciendo: "¿por qué la noción de poder es tema creciente para
tanta gente hoy en día? ¿Es un tema tan importante? ¿Es un
tema tan independiente que puede ser discutido sin tomar en
consideración otros problemas?"
La sorpresa de este escritor me sorprendió aún más. Soy escép-
tico respecto a la presunción de que la problemática del poder
haya emergido recién en el siglo XX. Para nosotros la problemá-
tica del poder, no sólo configura una cuestión teórica sino que es
parte de nuestras experiencias. Me gustaría referirme solamente
a dos "formas patológicas" de estas experiencia, aquellas dos
enfermedades de poder, el fascismo y el stalinismo. Una de las
numerosas razones por las cuales estas enfermedades nos resul-
tan tan desconcertantes es, porque a pesar de su "unicidad"
histórica, no terminan de ser originales. Ellas usaron y extendie-
ron mecanismos ya presentes en muchas otras sociedades. Es
más, a pesar de su propia locura interna, se valieron de ideas y
mecanismos de nuestra racionalidad política.
Lo que necesitamos entonces, es una economía de las relaciones
de poder, la palabra economía usada en su sentido teorético y
práctico. En otras palabras, desde Kant, el rol de la filosofía es
prevenir a la Razón de ir más allá de los límites de lo que es dado
en la experiencia, pero desde esta época, -es decir con el desa-
rrollo de los estados modernos y la organización política de la
sociedad- el rol de la filosofía también ha sido mantenerse aten-
ta a los abusos del poder de la racionalidad política, lo cual es
una pretensión bastante alta.
Todo el mundo es consciente de hechos tan banales, pero el
hecho de que sean banales no significa que no existan. Lo que

                                6
debemos hacer con los hechos banales es descubrir qué proble-
mas específicos y quizás originales están conectados con ellos.
La relación entre racionalización y excesos de poder político es
evidente. No necesitamos remitirnos a la burocracia o a los
campos de concentración para reconocer tales relaciones; el
problema entonces es: ¿qué hacer con un hecho tan evidente?
¿Debemos juzgar a la Razón? Desde mi punto de vista, nada se-
ría más estéril. En primer lugar, porque este ámbito nada tiene
que ver con la culpabilidad o la inocencia. En segundo lugar,
porque no tiene sentido referirse a la Razón como entidad con-
traria a la no-Razón. Por último, porque tal juicio nos induciría a
engaño, a adoptar el papel arbitrario y aburrido tanto del racio-
nalista como del irracionalista.
¿Deberíamos investigar entonces, esta forma de racionalismo
que parece específico de nuestra cultura moderna, y que tuvo su
origen en la Aufklärung? Esta fue la aproximación de algunos de
los miembros de la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, mi propó-
sito no consiste en entablar una discusión acerca de sus trabajos,
más allá de que sean de los más importantes e invalorables. En
todo caso, sugeriría otra manera de investigar la relación entre
racionalización y poder.
Sería conveniente no tomar como un todo la racionalización de
la sociedad o de la cultura, sino analizar tales procesos en diver-
sos campos, cada uno en referencia a una experiencia funda-
mental: locura, enfermedad, muerte, crimen, sexualidad y así
sucesivamente.
Creo que la palabra racionalización es peligrosa; lo que debemos
hacer es analizar racionalidades específicas, más que invocar
constantemente al Progreso y a la racionalización en general.
Más allá de que la Aufklärung (Ilustración) haya sido una etapa
importante de nuestra historia y del desarrollo de la tecnología
política, creo que deberíamos referirnos a una serie de procesos

                                7
más alejados si deseamos entender cómo hemos sido atrapados
en nuestra propia historia.
Me gustaría sugerir otra vía para ir más lejos hacia una nueva
economía de las relaciones de poder, una vía más empírica, más
directamente relacionada con nuestra situación actual, la cual
implica una mayor relación entre la teoría y la práctica. Esta con-
siste en tomar como punto de partida, a las formas de resisten-
cia contra las diferentes formas de poder. Para usar otra metáfo-
ra, consiste en usar la resistencia como un catalizador químico,
de forma de traer a luz las relaciones de poder, ubicar su posi-
ción, encontrar sus puntos de aplicaciones y los métodos usados.
Más que analizar el poder desde el punto de vista de su raciona-
lidad interna, consiste en analizar relaciones de poder a través
del antagonismo de estrategias.
Por ejemplo, para encontrar lo que nuestra sociedad entiende
por sanidad, tal vez deberíamos investigar lo que está aconte-
ciendo en el campo de la insanidad.
Y lo que entendemos por legalidad en el campo de la ilegalidad.
Con el propósito de entender de qué tratan las relaciones de
poder, tal vez deberíamos investigar las formas de resistencia y
los intentos hechos para disociar estas relaciones.
Como punto de partida, tomemos una serie de oposiciones que
se han desarrollado en los últimos años: la oposición del poder
del hombre sobre la mujer, la de los padres sobre los niños, la de
la psiquiatría sobre la enfermedad mental, la de la medicina so-
bre la población, la de la administración sobre la forma de vivir
de la gente.
Sin embargo, no es suficiente con decir que estas son luchas an-
tiautoritarias, debemos tratar de definir más precisamente que
tienen ellas en común.
1.- Son luchas "transversales"; esto es, no están limitadas a un
país. Es evidente que se desarrollan más fácilmente y más exten-

                                8
samente en determinados países, pero no por esta razón, están
confinadas a una forma política o económica particular de go-
bierno.
2.- El objetivo de estas luchas son los efectos del poder en sí. Por
ejemplo, la profesión médica no es en primera instancia criticada
por su provecho económico, sino porque ejerce un poder no
controlado sobre los cuerpos de la gente, su salud, su vida y su
muerte.
3.- Son luchas "inmediatas" por dos razones. En tales luchas la
gente cuestiona las instancias de poder que están más cercanas
a ellas, aquellas que ejercen su acción sobre los individuos. Estas
luchas, no se refieren al "enemigo principal" sino al enemigo
inmediato, como tampoco esperan solucionar los problemas en
un futuro preciso (esto es liberaciones, revoluciones, fin de la
lucha de clases). En contraste con una escala teorética de expli-
caciones o un orden revolucionario que polariza la historia, ellas
son luchas anarquistas.
Pero estos no son los puntos más originales, en cambio los pun-
tos siguientes parecen ser los más específicos.
4.-Son luchas que cuestionan el status del individuo: por un lado,
afirman el derecho a ser diferentes y subrayan todo lo que hace
a los individuos verdaderamente individuos. Por otro lado, ata-
can lo que separa a los individuos entre ellos, lo que rompe los
lazos con otros, lo que rompe con la vida comunitaria, y fuerza al
individuo a volver a sí mismo y lo ata a su propia identidad de
forma constrictiva.
Estas luchas no están a favor o en contra del "individuo", pero si
son luchas en contra de "el gobierno de la individualización".
5.- Estas luchas, -en oposición a los efectos del poder, ligados al
conocimiento, a la competencia, la calificación- luchan contra los
privilegios del conocimiento. Pero son también una oposición
contra el secreto, la deformación y las representaciones mistifi-

                                 9
cadas impuestas a la gente. No hay nada "cientista" en esto, (es-
to es, una creencia dogmática en el valor del conocimiento
científico), pero tampoco es un rechazo escéptico, relativista de
cualquier verdad verificada. Lo que se cuestiona es el modo en
que el conocimiento circula y funciona, sus relaciones con el
poder. En otras palabras, el régime du savoir (régimen de saber).
6.- Finalmente todas estas luchas giran en torno a la pregunta:
"¿Quiénes somos nosotros?". Son un rechazo a las abstracciones
de la violencia económica e ideológica, que ignoran quienes so-
mos individualmente como también son un rechazo a la inquisi-
ción científica y administrativa que determina quien es uno.
Para concluir, el objetivo principal de estas luchas no es atacar
tanto a tal o cual institución de poder, grupo, elite, clase, sino
más bien a una técnica, a una forma de poder.
Esta forma de poder emerge en nuestra vida cotidiana, categori-
za al individuo, lo marca por su propia individualidad, lo une a su
propia identidad, le impone una ley de verdad que él tiene que
reconocer y al mismo tiempo otros deben reconocer en él. Es
una forma de poder que construye sujetos individuales. Hay dos
significados de la palabra sujeto; sujeto a otro por control y de-
pendencia y sujeto como constreñido a su propia identidad, a la
conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos significados
sugieren una forma de poder que sojuzga y constituye al sujeto.
Generalmente puede decirse que hay tres tipos de luchas contra
las formas de dominación (étnicas, sociales y religiosas); contra
formas de explotación que separan a los individuos de aquello
que ellos mismos producen; o contra aquello que ata al indivi-
duo a sí mismo y los subsume a otros de esta forma (luchas con-
tra la sujeción, contra formas de subjetividad y sumisión).
Creo que en la historia, se pueden encontrar muchos ejemplos
de estos tres tipos de luchas sociales, tanto separadas unas de
otras como mezcladas entre sí. Pero incluso cuando aparecen
mezcladas entre ellas, una prevalece. Por ejemplo, en las socie-

                                10
dades feudales, las luchas contra las formas de dominación étni-
cas y sociales fueron las prevalecientes, aún cuando la explota-
ción económica pudo haber sido muy importante entre las cau-
sas de las revueltas.


En el siglo XIX, la lucha contra la explotación pasa al frente.
Hoy en día, la lucha contra las formas de sujeción, -contra la su-
misión de la subjetividad- se está volviendo cada vez más impor-
tante, incluso cuando las luchas contra las formas de dominación
y explotación no han desaparecido, más bien lo contrario.
Sospecho que esta no es la primera vez que nuestra sociedad ha
sido confrontada a este tipo de luchas. Todos aquellos movi-
mientos que tuvieron lugar en los siglos XV y XVI y que tuvieron
en la Reforma su máxima expresión y resultado, deberían ser
analizados como una gran crisis de la experiencia occidental de
la subjetividad y una revuelta contra las formas de poder religio-
so y moral que dieron forma, durante la Edad Media, a esta sub-
jetividad.
La necesidad de tomar parte directa en la vida espiritual, en el
trabajo de la salvación, en la verdad que habita en el Libro -todo
eso fue una lucha por una nueva subjetividad.
Conozco las objeciones que se pueden hacer. Podemos decir que
todos los tipos de sujeción son fenómenos derivados, meras
consecuencias de otros procesos económicos y sociales: fuerzas
de producción, luchas de clases y estructura ideológica que de-
terminan las formas de subjetividad. Es cierto que los mecanis-
mos de sujeción no pueden ser estudiados por fuera de su rela-
ción con los mecanismos de dominación y explotación. Pero
ellos no constituyen lo "terminal" de muchos de los mecanismos
fundamentales. Ellos conforman relaciones complejas y circula-
res con otras formas.



                                11
La razón por la cual este tipo de lucha tiende a prevalecer en
nuestra sociedad es debido al hecho que desde el siglo XVI una
nueva forma de poder político ha sido desarrollada de forma
continua. Esta nueva estructura política, como todo el mundo
sabe, es el Estado. La mayor parte del tiempo el Estado es perci-
bido como un tipo de poder político que ignora a los individuos,
que mira sólo los intereses de la totalidad, yo diría, de una clase
o de un grupo de ciudadanos.
Eso es bastante cierto, pero me gustaría subrayar el hecho de
que el poder estatal (y esta es una de las razones de su fortaleza)
es una forma de poder, al mismo tiempo individualizante y tota-
lizante. Creo que en la historia de las sociedades humanas, -
incluso en la antigua sociedad china- nunca ha habido una com-
binación tan tramposa en la misma estructura política de las
técnicas de individualización y de los procedimientos de totaliza-
ción.
Esto es debido al hecho de que el Estado occidental moderno, ha
integrado en una nueva forma política, una vieja técnica de po-
der, que tiene su origen en las instituciones cristianas. Podemos
llamar a esta técnica de poder, poder pastoral.
En primera instancia, diré algunas palabras acerca del poder pas-
toral.
Se ha dicho que la cristiandad dio a luz un código de ética fun-
damentalmente diferente al del Mundo Antiguo. Menos énfasis
se ha otorgado al hecho de que este código de ética propone y
difunde nuevas relaciones de poder a través de todo el mundo
antiguo.
El cristianismo es la única religión que se ha organizado a sí
misma como Iglesia, y como tal, postula en principio que ciertos
individuos pueden, por su cualidad religiosa, servir a los otros,
no como príncipes, magistrados, profetas, adivinadores, bene-
factores, educadores y demás, sino como pastores. De cualquier
manera esta palabra designa una forma especial de poder.

                                12
1) Es una forma de poder que tiene como último objetivo la sal-
vación individual en el otro mundo.
2) El poder pastoral no es meramente una forma de poder que
guía, sino que debe ser preparado para sacrificarse a sí mismo
por la vida y la salvación de la carne. Es más, este poder es dife-
rente al poder real que demanda un sacrificio de sus sujetos pa-
ra salvar el trono. 3) Es una forma de poder que no atiende so-
lamente a la comunidad en su globalidad, sino a cada individuo
en particular durante su vida entera. 4) Finalmente esta forma
de poder no puede ser ejercida sin el conocimiento de las men-
tes humanas, sin explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más
íntimos secretos. Esto implica un conocimiento de la conciencia
y la habilidad para dirigirla.
Esta forma de poder está orientada a la salvación (como opuesta
al poder político). Esta es oblativa (opuesta al principio de "sobe-
ranía"), es individualizante (opuesta al poder legal); es coexten-
siva y continua a la vida, está ligada a la producción de verdad, la
verdad del individuo en sí mismo.
Podría decirse que todo esto es parte de la historia; el poder
pastoral, si no ha desaparecido al menos ha perdido gran parte
de su eficiencia.
Esto es verdad, pero creo que podríamos distinguir dos aspectos
del poder pastoral, el de la institucionalización eclesiástica, la
cual ha desaparecido o al menos ha perdido su propia vitalidad a
partir del siglo XVIII y el de su propia función, la cual se ha dise-
minado y multiplicado más allá de la institución eclesiástica.
Un fenómeno importante tuvo lugar alrededor del siglo XVIII-
este fue una nueva distribución, una nueva organización de este
tipo de poder individualizante.
No creo que podamos considerar al "Estado moderno" como
una entidad desarrollada por encima de los individuos, ignoran-
do lo que son e incluso su propia existencia, sino por el contra-

                                 13
rio; como una estructura muy sofisticada a la cual los individuos
pueden ser integrados bajo una condición: que esa individuali-
dad puede ser moldeada de otra forma y sometida a una serie
de patrones muy específicos.
De cierto modo, podemos ver al Estado como a una moderna
matriz de individualización, o una nueva forma de poder pasto-
ral.
Diré algunas palabras sobre este nuevo poder pastoral.
1.- Podemos observar cambios en su objetivo. Dejó de ser una
cuestión de guiar a la gente para su salvación en el más allá, para
pasar a ser una cuestión de asegurar su salvación en este mun-
do. En este contexto entonces, la palabra salvación toma signifi-
cados diferentes: salud, bienestar (riqueza suficiente, nivel de
vida) seguridad y protección contra accidentes. Una serie de
propósitos terrenales tomaron el lugar de los propósitos religio-
sos propios del poder pastoral tradicional, todavía más fácilmen-
te porque este último, -por varias razones-había seguido de for-
ma accesoria un cierto número de estos objetivos. Sólo tenemos
que pensar en el rol que ha jugado la medicina y su función de
bienestar asegurada por largo tiempo por las iglesias católica y
protestante.
2.-Al mismo tiempo los oficiales del poder pastoral se multipli-
caban. Alguna vez esta forma de poder fue ejercida por los apa-
ratos del Estado, o por una institución pública cualquiera, como
la policía. (No debemos olvidar que en el siglo XVIII la fuerza po-
licial no fue inventada sólo para garantizar la ley y el orden, para
asistir a los gobiernos en su lucha contra los enemigos, sino en
todo caso para asegurar los recursos urbanos, la higiene, la salud
y los niveles considerados necesarios para la artesanía y el co-
mercio). En cierto momento, el poder fue ejercido por iniciativas
privadas, sociedades de bienestar, benefactoras y filántropas.
Incluso antiguas instituciones, como la familia, fueron moviliza-
das para llevar adelante funciones pastorales. También fue ejer-

                                14
cido por estructuras complejas tales como la medicina, que in-
cluye iniciativas privadas, tales como las ventas de servicios ba-
sadas en los principios de una economía de mercado; como insti-
tuciones públicas, tales como los hospitales.
3.- Finalmente, la multiplicación de los objetivos y agentes del
poder pastoral focalizaba el desarrollo del conocimiento humano
alrededor de dos roles: uno, globalizante y cualitativo, concer-
niente a la población; otro, analítico, concerniente al individuo.
Esto implica el tipo de poder pastoral, que durante siglos, más
de un milenio, ha estado ligado a una institución religiosa defini-
da, a menudo diseminada por todo el cuerpo social y que en-
contró apoyo en una multiplicidad de instituciones. En lugar del
poder pastoral o el poder político, relativamente ligados el uno
al otro, relativamente rivales, había una "táctica" individualizan-
te que caracterizó a series de poder: aquellas de la familia, la
medicina, la psiquiatría, la educación y el trabajo.
A fines del siglo XVIII Kant escribía en un periódico alemán -el
Berliner Monatschrift- un texto breve. El título fue <<Was heisst
Aufklärung?>>. Durante mucho tiempo, incluso hoy, este texto
es considerado un trabajo de relativa poca importancia. Yo no
puedo dejar de encontrar a este texto interesante y desestructu-
rante, porque en este trabajo por primera vez un filósofo propo-
ne como tarea filosófica a investigar, no sólo al sistema metafísi-
co o a los pilares del conocimiento científico, sino a un evento
histórico, un evento reciente, incluso contemporáneo.
Cuando en 1784, Kant preguntaba <<Was heisst Aufklärung?>>,
se estaba refiriendo a: ¿Qué está ocurriendo en este preciso
momento?, ¿Qué nos está sucediendo? ¿Cuál es el mundo, el
período, este preciso momento en el que estamos viviendo?
O en otras palabras: ¿Qué somos? ¿como Aufklärer, como parte
del Iluminismo (Enlightment)?. Compararía esto con la pregunta
cartesiana: ¿Quién soy? ¿Yo, como único pero universal y ahistó-


                                15
rico sujeto? Yo, para Descartes ¿es cada uno de nosotros, en
cualquier sitio y en cualquier momento?
Pero Kant pregunta algo más: ¿Qué somos nosotros? en un mo-
mento muy preciso de la historia. La pregunta kantiana aparece
como un análisis en dos sentidos, del nosotros y de nuestro pre-
sente.
Creo que este aspecto de la filosofía fue tomando cada vez más
importancia. Hegel, Nietzsche... El otro aspecto de la "filosofía
universal" no desapareció, pero la tarea de una filosofía como
análisis crítico de nuestro mundo es algo cada vez más importan-
te. Es probable, que el más certero problema filosófico sea el
problema del presente y lo que nosotros somos, en este preciso
momento.
Es probable que hoy en día el objetivo más importante no sea
descubrir qué somos sino rehusarnos a lo que somos. Debemos
imaginarnos y construir lo que podríamos ser para librarnos de
este tipo de doble vínculo político (double bind), que es la si-
multánea individualización y totalización de las modernas es-
tructuras de poder.
La conclusión podría ser que el problema político, ético, social y
filosófico de nuestros días no es tratar de liberar al individuo del
Estado y de las instituciones del Estado sino liberarnos de am-
bas, del Estado y del tipo de individualización que está ligada a
éste. Debemos promover nuevas formas de subjetividad a través
del rechazo de este tipo de individualidad que nos ha sido im-
puesta durante siglos.


¿Como es ejercido el poder?
Para algunos, preguntar sobre el "cómo" del poder nos limitaría
a describir sus efectos sin siquiera relacionar estos efectos tanto
a sus causas como a su naturaleza básica. Haría del poder una
sustancia misteriosa sobre la cual ellos deberían dudar en pre-

                                16
guntar, seguramente porque preferirían no traerla a considera-
ción. Proceder de esta forma, la cual nunca está explícitamente
justificada, parece suponer la presencia de una forma de fata-
lismo. ¿Pero acaso su descreimiento no está indicando la presu-
posición de que el poder es algo que existe con tres cualidades
distintivas: su origen, su naturaleza básica y sus manifestacio-
nes?
Si de un tiempo a esta parte he otorgado una cierta posición
privilegiada a la cuestión del "cómo" no es porque haya decidido
eliminar las cuestiones referidas al "que" y al "por qué". En todo
caso pretendo presentar estas cuestiones de forma diferente,
mejor aún, saber si es legítimo imaginar un poder que unifique
en él, un qué, un por qué y un cómo. Para decirlo de forma sen-
cilla, diría que plantear el análisis del "cómo" es sugerir que este
poder como tal no existe. Al menos es preguntarse a uno mismo
que contenido tiene en mente cuando usa ese término abarca-
dor y reificante, es sospechar que una configuración extrema-
damente compleja de realidades se diluye cuando caemos reite-
radamente en una doble cuestión: ¿Qué es el poder? y ¿De
dónde viene el poder?. Por otra parte, la simple interrogante,
¿Qué sucede? aunque llana y empírica, una vez planteada evita
la acusación de ser una metafísica u ontología fraudulenta del
poder; por lo tanto es plantear el "Cómo", no en el sentido de
"Cómo se manifiesta, sino de por qué medios es ejercido?" y
"¿Qué sucede cuando los individuos ejercen (como ellos dicen)
el poder sobre otros?".
En lo que concierne a este poder, en primera instancia es nece-
sario distinguir aquel que se ejerce sobre las cosas y da a su vez
la habilidad de modificar, usar, consumir y destruirlas -un poder
que procede de aptitudes directamente inherentes al cuerpo o
"apoyadas" en instrumentos externos. Diría que aquí hay una
cuestión de "capacidad". Por otro lado lo que caracteriza al po-
der que estamos analizando es que este pone en juego las rela-
ciones entre los individuos (o entre grupos). Para no engañarnos

                                17
a nosotros mismos, si hablamos de las estructuras o los meca-
nismos del poder, es sólo en tanto suponemos que ciertas per-
sonas ejercen el poder sobre otros. El término "poder" designa
los relacionamientos entre "compañeros" (y con esto no estoy
pensando en juego de suma-cero, sino simplemente y por el
momento permaneciendo en términos generales, en un entra-
mado de acciones que inducen a otras acciones y que se conca-
tenan entre sí).
Es también necesario distinguir las relaciones de poder de los
relacionamientos comunicacionales que transmiten información
por medio del lenguaje de un sistema de signos o cualquier otro
sistema simbólico. Sin duda, comunicar es siempre una cierta
forma de actuar sobre otra persona o personas. Pero la produc-
ción y circulación de los elementos de significado pueden tener
como objetivo o como su consecuencia ciertos resultados en el
"reino" terreno del poder, los últimos no son simplemente un
aspecto de los primeros. Más allá de que pasen o no a través de
sistemas de comunicación, las relaciones de poder tienen una
naturaleza específica. Las relaciones de poder, los relaciona-
mientos de comunicación y las capacidades objetivas no debe-
rían ser confundidas. Esto no equivale a decir que existen tres
dominios separados: por un lado un campo de cosas, de técnicas
perfeccionadas, de trabajo y transformación de lo real; por otro
lado uno de los signos, de la comunicación, de la reciprocidad,
de la producción del significado; y finalmente un campo de la
dominación, de los medios de sujeción, de la desigualdad y la
acción de los hombres sobre otros hombres. Es más bien en todo
caso, una cuestión de tres tipos de relacionamientos, los cuales
de hecho, siempre se superponen uno sobre otro, se mantienen
recíprocamente y se usan mutuamente como medios para un
fin. La aplicación de capacidades objetivas en sus formas más
elementales, implica relacionamientos de comunicación (tanto
en forma de información previamente adquirida como de traba-
jo compartido), está también unida a las relaciones de poder

                              18
(tanto si consisten en tareas obligatorias, de gestos impuestos
por la tradición o el aprendizaje, como de subdivisiones y de una
distribución más o menos obligatoria del trabajo). Los relacio-
namientos de comunicación implican actividades teleológicas
(incluso en la correcta puesta en funcionamiento de los elemen-
tos de significado) y por efecto de la modificación del campo de
la información entre "jugadores" producen efectos de poder.
Difícilmente puedan ser disociados de las actividades teleológi-
cas, las cuales también permiten el ejercicio de ese poder (tales
como técnicas de entrenamiento, procesos de dominación;
aquellos medios por los cuales se consigue obediencia) y que
con el propósito de desarrollar su potencial sugieren las relacio-
nes de poder (la división del trabajo y la jerarquía de tareas).
Es evidente que la coordinación entre estos tres tipos de rela-
cionamientos no es ni uniforme ni constante. En una sociedad
dada no hay un tipo general de equilibrio entre las actividades
teleológicas, los sistemas de comunicación y las relaciones de
poder. En todo caso existen diversas formas, diversos lugares,
diversas circunstancias u ocasiones en las que estos relaciona-
mientos se establecen a sí mismos de acuerdo a un modelo es-
pecífico. Pero también existen espacios en los cuales el ajuste de
las habilidades, los recursos de comunicación y las relaciones de
poder constituyen sistemas regulados y concertados. Tomemos
como ejemplo una institución educativa, la disposición de su
espacio, las regulaciones meticulosas que gobiernan su vida in-
terna, las diferentes actividades que se organizadan ahí, las di-
versas personas que viven o se encuentran, cada una con su fun-
ción, su carácter bien definido -todas esas cosas constituyen un
entramado de capacidad-comunicación- poder. La actividad que
garantiza el aprendizaje y la adquisición de actitudes o tipos de
comportamientos, es desarrollada allí por medio de series de
comunicaciones reguladas (lecciones, preguntas y respuestas,
órdenes, exhortaciones, signos codificados de obediencia, califi-
caciones diferenciales del "valor" de cada persona y los niveles

                               19
de conocimiento y por medio de series completas de procesos
de poder, encierro, vigilancia, recompensa y castigo, las jerar-
quías piramidales).
Estos entramados que constituyen la puesta en marcha de las
capacidades técnicas, el juego de las comunicaciones y las rela-
ciones de poder, que están ajustados acorde a fórmulas estable-
cidas, constituyen lo que uno podría llamar, -ampliando un poco
el sentido de la palabra-disciplinas. El análisis empírico de como
se han constituido históricamente ciertas disciplinas, presenta
un cierto interés, debido a que estas muestran, primero de
acuerdo a sistemas artificialmente claros y decantados, la forma
en que los sistemas de finalidad objetiva (o teleológicos), los
sistemas de comunicación y de poder pueden ser ensamblados.
Estos sistemas también exhiben diferentes modos de articula-
ción, algunas veces dando preeminencia a las relaciones de po-
der y obediencia (como en aquellas disciplinas de tipo monástico
y penitencial), algunas otras, a las actividades teleológicas (como
en las disciplinas de los lugares de trabajo u hospitales) y otras
veces a los relacionamientos de comunicación (como en las dis-
ciplinas de aprendizaje), algunas también a la saturación de los
tres tipos de relacionamientos (como puede ser en la disciplina
militar, donde una plétora de signos, indica rigurosas relaciones
de poder, calculadas con vistas a producir un cierto número de
efectos técnicos).
Aquello que debe ser entendido por disciplinamiento de las so-
ciedades europeas desde el siglo XVIII, no es por supuesto que
los individuos que forman parte de ellas se hayan vuelto cada
vez más obedientes, o que ellos comenzaran a juntarse en ba-
rracas, escuelas o prisiones; sino que un incontrolado proceso de
ajuste crecientemente mejorado ha sido buscado -cada vez más
racional y económico-entre las actividades productivas, los re-
cursos de comunicación y el papel de las relaciones de poder.
Para aproximarnos al tema del poder a través de un análisis del
"cómo", debemos presentar algunas críticas en relación a la su-
                                20
posición de un poder fundamental. Eso es darse a sí mismo co-
mo el objeto de análisis de las relaciones de poder y no el poder
en sí mismo -las relaciones de poder que son distintas de las
habilidades objetivas, así como de las relaciones de comunica-
ción. Que es tanto como decir que las relaciones de poder deben
ser tomadas en la diversidad de su secuencia lógica, sus habili-
dades y sus interrelaciones.


¿Cuál es la naturaleza específica del poder?
El ejercicio del poder no es simplemente el relacionamiento en-
tre "jugadores" individuales o colectivos, es un modo en que
ciertas acciones modifican otras. Lo que por supuesto significa,
que algo llamado Poder, con o sin mayúsculas, considerado que
existe universalmente de forma concentrada o difusa, no existe.
El Poder existe solamente cuando es puesto en acción, incluso si
él está integrado a un campo disperso de posibilidades relacio-
nadas a estructuras permanentes. Esto también significa que el
poder no es una función de consentimiento. En sí mismo no es
una renuncia a la libertad, una transferencia de derechos, el po-
der de cada uno y de todos delegado a unos pocos (que no pre-
veen la posibilidad de que el consentimiento pueda ser una con-
dición para la existencia o mantenimiento del poder); el relacio-
namiento de poder puede ser el resultado de un consentimiento
más importante o permanente, pero no es por naturaleza la ma-
nifestación de un consenso.
¿Quiere decir esto que uno debe indagar el carácter propio de
las relaciones de poder en la violencia que debe haber existido
en su forma primitiva, su secreto permanente y su último recur-
so, el cual en el análisis final aparece como su naturaleza real, en
cuanto es forzado a dejar a un lado su máscara y a mostrarse a sí
mismo tal cual es?



                                21
En efecto, lo que define una relación de poder es que este es un
modo de acción que no opera directa o inmediatamente sobre
los otros. En cambio el poder actúa sobre las acciones de los
otros: una acción sobre otra acción, en aquellas acciones exis-
tentes o en aquellas que pueden generarse en el presente o en
el futuro. Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo o co-
sas, ella fuerza, doblega, destruye, o cierra la puerta a todas las
posibilidades. Su polo opuesto sólo puede ser la pasividad, y si
ella se encuentra con cualquier resistencia no tiene otra opción
que tratar de minimizarla. Por otro lado, una relación de poder
sólo puede ser articulada en base a dos elementos, cada uno de
ellos indispensable si es realmente una relación de poder: "el
otro" (aquel sobre el cual es ejercido el poder) ampliamente re-
conocido y mantenido hasta el final como la persona que actúa;
y un campo entero de respuestas, reacciones, resultados y posi-
bles invenciones que pueden abrirse, el cuál está enfrentando a
una relación de poder.
Obviamente la puesta en escena de las relaciones de poder no
excluye el uso de la violencia como tampoco la obtención del
consentimiento, no hay duda que el ejercicio del poder no pue-
de existir sin el uno u el otro, sino a menudo con la presencia de
ambos. Pero a pesar de que el consenso y la violencia son los
instrumentos o los resultados, ellos no constituyen el principio o
la naturaleza básica del poder. El ejercicio del poder puede pro-
ducir tanta aceptación al punto de ser deseado: puede acumular
muerte y cubrirse a sí mismo detrás de cualquier amenaza ima-
ginable. En sí mismo el ejercicio del poder no es violencia, tam-
poco es consentimiento, que implícitamente es renovable. Es
una estructura total de acciones traídas para alimentar posibles
acciones; el incita, induce, seduce, hace más fácil o más difícil, en
el extremo, el constriñe o prohibe absolutamente; es a pesar de
todo siempre, una forma de actuar sobre un sujeto o sujetos
actuantes en virtud de sus actuaciones o de su capacidad de ac-
tuación. Un conjunto de acciones sobre otras acciones.

                                 22
Seguramente la naturaleza equívoca del término conducta es
una de las mejores ayudas para arribar a términos especifícos de
las relaciones de poder. "Conducir" es al mismo tiempo "liderar"
a otros (acorde a los mecanismos de coerción, los cuales son -en
diferentes grados-estrictos) y un modo de comportarse con un
campo más o menos abierto de posibilidades. El ejercicio del
poder consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en
orden sus efectos posibles. Básicamente el poder es más una
cuestión de gobierno que una confrontación entre dos adversa-
rios o la unión de uno a otro.
La palabra "Gobierno" debería considerarse en su más amplio
significado, el que tuvo en el siglo XVI, la cuál no hacía referencia
sólo a las estructuras políticas o a la dirección de los estados,
sino que designaba la forma en que la conducta de los individuos
o de los grupos debería ser dirigida: el gobierno de los niños, de
las almas, de las comunidades, familias, de la enfermedad. "Go-
bernar" no sólo cubre las formas legítimamente constituidas de
sujeción política o económica, sino también modalidades de ac-
ción más o menos consideradas y calculadas, orientadas a actuar
sobre las posibilidades de acción de los otros. Gobernar, en este
sentido, es estructurar el posible campo de acción de los otros.
El efecto de relacionamiento propio del poder no se encontraría
en todo caso en el campo de la violencia o de la lucha, tampoco
en el campo de la unión voluntaria (todas las cuales son, en el
mejor de los casos, instrumentos del poder) sino en el área de
modos de acción singulares que son el gobierno; modos de ac-
ción que no son necesariamente ni jurídicos ni de guerra.
Cuando se define el ejercicio del poder como un modo de acción
sobre las acciones de los otros, cuando se caracteriza esas accio-
nes como el gobierno de los hombres por otros hombres, -en el
sentido más amplio del término- se incluye un elemento muy
importante: la libertad. El poder sólo se ejerce sobre sujetos
libres, y sólo en tanto ellos sean libres. Por esto entendemos
sujetos individuales o colectivos que están enfrentados a un

                                 23
campo de posibilidades en el cual diversas formas de comportar-
se, diversas reacciones y comportamientos pueden ser realiza-
dos. Cuando los factores determinantes saturan la totalidad, no
hay relacionamientos de poder, la esclavitud no es una relación
de poder en tanto los hombres están encadenados. (En este caso
se trata de una cuestión de relaciones de constreñimiento físi-
co). Consecuentemente no existe la confrontación cara a cara
entre el poder y la libertad, los cuales se excluyen mutuamente
(la libertad desaparece en todo lugar donde es ejercido el po-
der), sino un juego mucho más complicado. En este juego la li-
bertad bien puede aparecer como la condición para ejercer el
poder (al mismo tiempo que es su precondición, ya que la liber-
tad debe existir para que el poder pueda ser ejercido, y a la vez
ser su apoyo permanente, ya que sin la posibilidad de resisten-
cia, el poder podría ser equivalente a la imposición física).
No puede entonces separarse el relacionamiento entre el poder
y el rechazo de la libertad a someterse. El problema crucial del
poder no es aquel de la servidumbre voluntaria. (¿Cómo podr-
íamos desear ser esclavos?). En el corazón mismo de las relacio-
nes de poder y constantemente provocándolas, están la resis-
tencia de la voluntad y la intransigencia de la libertad. En vez de
hablar de una libertad esencial, sería mejor hablar de un "ago-
nismo", de una relación que es al mismo tiempo recíprocamente
incitación y lucha, es una provocación permanente, en vez de
una confrontación cara a cara que paraliza a ambas partes.


¿Como se pueden analizar las relaciones de poder?
Se puede analizar tales relaciones de poder e incluso diría que es
perfectamente legítimo hacerlo, focalizando cuidadosamente
determinadas instituciones. Estas últimas constituyen un punto
de observación privilegiado, diversificado, concentrado, puesto
en orden y llevado al punto más alto de su eficacia. Es aquí que, -
como una primera aproximación- uno puede esperar ver la apa-

                                24
riencia de sus formas y la lógica de sus mecanismos elementales.
De todas maneras, el análisis de las relaciones de poder circuns-
criptas a ciertas instituciones, presenta un cierto número de
problemas. En primer lugar, el hecho de que una parte impor-
tante de los mecanismos puestos en funcionamiento por una
institución sean designados para preservar su propia conserva-
ción, traen consigo el riesgo de funciones descifrantes que son
esencialmente reproductivas, especialmente en relaciones de
poder entre instituciones. Segundo, en el análisis de las relacio-
nes de poder desde el punto de vista de las instituciones le per-
mite a uno abrir la explicación y el origen del primero en el últi-
mo, lo que es decir, explicar el poder por el poder. Finalmente,
en tanto las instituciones actúan esencialmente trayendo a la
acción dos elementos: regulaciones explícitas o tácitas y un apa-
rato institucional, se corre el riesgo de dar a uno u otro un privi-
legio exagerado en las relaciones de poder y por lo tanto ver en
el último sólo modulaciones de la ley y la coerción.
Esto no niega la importancia de las instituciones en la constitu-
ción de las relaciones de poder. Por el contrario, yo sugeriría que
se debe analizar las instituciones a partir de las relaciones de
poder y no a la inversa y por tanto el punto fundamental de an-
claje de las relaciones -incluso si ellas están corporizadas y crista-
lizadas en una institución-, debe ser encontrado fuera de una
institución.
Volvamos a la definición del ejercicio del poder como el modo en
que ciertas acciones pueden estructurar el campo de otras ac-
ciones posibles. Lo que sería propio de una relación de poder es
que esta es ser un modo de acción sobre otras acciones. Esto es
decir, que las relaciones de poder están profundamente enrai-
zadas en el nexo social, no reconstituido "sobre" la sociedad
como una estructura suplementaria de la que podamos imaginar
su desaparición radical. En todo caso, vivir en sociedad es vivir
de tal modo que la acción sobre las acciones de los otros sea
posible -y de hecho así sucede. Una sociedad sin relaciones de

                                 25
poder sólo puede ser una abstracción. Por lo cual cada vez es
más políticamente necesario el análisis de las relaciones de po-
der en una sociedad dada, sus formaciones históricas, sus fuen-
tes de fortaleza o fragilidad, las condiciones necesarias para
transformar algunas o abolir otras. Decir que no puede existir
una sociedad sin relaciones de poder, no es decir que aquellas
que están establecidas son necesarias o en todo caso, que el
poder constituye una fatalidad en el corazón de las sociedades,
tal que este no pueda ser minado. En cambio, yo diría que el
análisis, elaboración y puesta en cuestión de las relaciones de
poder y el agonismo entre las relaciones de poder y la intransiti-
vidad de la libertad es un tarea política permanente inherente a
toda existencia social.
Concretamente el análisis de las relaciones de poder exige esta-
blecer un cierto número de puntos:
1.- El sistema de las diferenciaciones, que permite actuar sobre
las acciones de los otros: diferenciaciones determinadas por la
ley o por las tradiciones de status y privilegio, diferencias
económicas en la apropiación de riquezas y mercancías, diferen-
cias en los procesos de producción, diferencias culturales y lin-
güísticas, diferencias en el saber hacer (know how) y la compe-
tencia y así sucesivamente. Cada relacionamiento de poder pone
en funcionamiento diferenciaciones que son al mismo tiempo
sus condiciones y sus resultados.
2.-Los tipos de objetivos impulsados por aquellos que actúan
sobre las acciones de los demás: el mantenimiento de los privi-
legios, la acumulación de beneficios, la puesta en funcionamien-
to de la autoridad estatutaria, el ejercicio de una función o de un
comercio.
3.-Los medios de hacer existir las relaciones de poder: acorde a
como sea ejercido el poder, por la amenaza de las armas, por los
efectos de la palabra, por medio de las disparidades económicas,
por medios más o menos complejos de control, por sistemas de

                                26
vigilancia, -con o sin archivos- de acuerdo a reglas explícitas o
no, fijas o modificables, con o sin los medios tecnológicos para
poner todas estas cosas en acción.
4.-Formas de institucionalización: estas pueden combinar pre-
disposiciones tradicionales, estructuras legales, fenómenos rela-
cionados a la costumbre o a la moda (tales como los que se ve
en instituciones como la familia), ellas también pueden tomar la
forma de un aparato cerrado en sí mismo, con su loci específico,
sus propias estructuras jerárquicas cuidadosamente definidas,
una autonomía relativa en su funcionamiento) tales como las
instituciones de enseñanza o militares), también pueden formar
complejos sistemas provistos de múltiples aparatos, como en el
caso del Estado, cuya función es poner todo bajo su égida, la
existencia de una vigilancia general, el principio de regulación y
en cierta medida también la distribución de todas las relaciones
de poder en un entramado social dado.
5.-Los grados de racionalización: la puesta en juego de las rela-
ciones de poder como acciones en un campo de posibilidades
puede ser más o menos elaborada en relación a la efectividad de
los instrumentos y la certeza de los resultados (mayores o meno-
res refinamientos tecnológicos empleados en el ejercicio del
poder) o incluso en proporción al posible costo (sea este el costo
económico de los medios puestos en funcionamiento, o el costo
en términos de la reacción constituida por la resistencia que se
encuentra). El ejercicio del poder no es un hecho desnudo, un
derecho institucional o una estructura que se mantiene o se des-
truye: es elaborado, transformado, organizado, se asume con
procesos que están más o menos ajustados a una situación.
Se ve por qué el análisis de las relaciones de poder dentro de
una sociedad no puede ser reducido al estudio de una serie de
instituciones, ni siquiera al estudio de aquellas instituciones que
podrían merecer el nombre de "políticas". Las relaciones de po-
der están enraizadas en el sistema de las redes sociales. Sin em-
bargo, esto no es decir que existe un principio de poder primario
                                27
y fundamental que domina a la sociedad hasta en su último de-
talle; tomando como punto de partida la posibilidad de la acción
sobre la acción de los otros (la cual es coextensiva a cada rela-
cionamiento social) uno puede definir distintas formas de poder,
múltiples formas de disparidad individual, de objetivos, de la
aplicación de poder dada sobre nosotros mismos u otros, de
institucionalización parcial o universal, o de una organización
más o menos deliberada. Las formas y las situaciones específicas
de gobierno de los hombres por otros en una sociedad dada, son
múltiples: ellas están superimpuestas, se cruzan, imponen sus
propios límites, algunas veces se cancelan entre ellas, otras ve-
ces se refuerzan entre sí. Es cierto, que en las sociedades con-
temporáneas, el Estado no es simplemente una de las formas o
situación específica del ejercicio del poder -incluso aunque este
es una de las formas más importantes-, en un cierto sentido to-
das las demás formas de relaciones de poder deben referirse a
él. Esto no es porque las demás deriven de él, sino porque las
demás relaciones de poder han quedado cada vez más, bajo su
control (a pesar de que el control estatal no ha tomado la misma
forma en los sistemas pedagógico, judicial, económico o fami-
liar). Refiriéndonos aquí al sentido restrictivo de la palabra go-
bierno, uno podría decir que las relaciones de poder han sido
progresivamente gubernamentalizadas, es decir, elaboradas,
racionalizadas, y centralizadas en la forma de -o bajo los auspi-
cios de- instituciones del Estado.


Relaciones de poder y relaciones de estrategia
La palabra estrategia se usa corrientemente en tres formas. Pri-
mero, para designar los medios empleados en la consecucion de
un cierto fin, es por lo tanto una cuestión de racionalidad orien-
tada a un objetivo. Segundo, para designar la manera en la cual
una persona actúa en un cierto juego de acuerdo a lo que ella
piensa que se sería la acción de los demás y lo que considera que
los demás piensan que sería su acción, esta es la forma en que
                               28
uno busca tener ventajas sobre los otros. Tercero, para designar
los procedimientos usados en una situación de confrontación
con el fin de privar al oponente de sus medios de lucha y obligar-
lo a abandonar el combate; es una cuestión entonces de los me-
dios destinados a obtener una victoria. Estos tres significados
van juntos en situaciones de confrontación -guerra o juego-
donde el objetivo es actuar sobre el adversario de tal forma de
volver la batalla imposible para el otro. Por tanto, la estrategia
se define por la elección de soluciones ganadoras. Pero debe
tenerse en cuenta de que es un tipo de situación muy especial y
que hay otras situaciones en las cuales es preciso mantener las
distinciones entre los diferentes sentidos de la palabra estrate-
gia.
Referido al primer sentido, he indicado que uno puede llamar
estrategia de poder a la totalidad de los medios puestos en fun-
cionamiento para implementar o mantener el poder de forma
efectiva. Se puede también hablar de estrategias propias de po-
der en tanto constituyen modelos de acción sobre posibles ac-
ciones, las acciones de los otros. Se podría entonces, interpretar
los mecanismos usados en las relaciones de poder en términos
de estrategias. Pero obviamente, es más importante la conjun-
ción entre las relaciones de poder y las estrategias de confronta-
ción. Por lo que, si es verdad que en el corazón de las relaciones
de poder y como una condición permanente de su existencia hay
una insubordinación y una cierta obstinación esencial de parte
de los principios de la libertad, no hay entonces relación de po-
der sin los medios de escapatoria o fuga posibles. Cada relación
de poder, implica en última instancia, en potencia, una estrate-
gia de lucha, en las cuales las fuerzas no están superimpuestas,
no pierden su naturaleza específica, no se vuelven confusas. Ca-
da una constituye para la otra un tipo de límite permanente, un
punto de posible revés. Una relación de confrontación alcanza su
término, su momento final (y la victoria de uno de los dos adver-



                               29
sarios) cuando mecanismos estables reemplazan el libre juego
de reacciones antagónicas.
A través de tales mecanismos uno puede dirigir, de forma justa y
constante y con una certeza razonable, la conducta de los otros.
Para una relación de confrontación, desde el momento de que
no es una lucha a muerte, la fijación de una relación de poder se
vuelve un objetivo, al mismo tiempo que su cumplimiento y su
suspensión. Como contrapartida, la estrategia de lucha, también
constituye una frontera para las relaciones de poder, la línea en
la cual, en vez de manipular e inducir acciones de forma calcula-
da, se debe estar satisfecho con la reacción a ellas luego de un
evento. No sería posible para las relaciones de poder existir sin
los puntos de insubordinación, que por definición, son medios
de escapatoria. Cada intensificación, cada extensión de las rela-
ciones de poder para hacer someter al insubordinado puede sólo
resultar en los límites del poder. El alcanza su término final tanto
en el tipo de acción que reduce al otro a la impotencia total (en
este caso la victoria sobre el adversario reemplaza al ejercicio
del poder) como en la confrontación con aquellos que no go-
bierna y su transformación en adversarios. Esto equivale a decir
que cada estrategia de confrontación sueña con transformarse
en una relación de poder y que cada relación de poder se vuelca
hacia la idea de que, si sigue su propia línea de desarrollo y en-
cuentra la confrontación directa, puede transformarse en una
estrategia ganadora.
En efecto, entre una relación de poder y una estrategia de lucha
hay una atracción recíproca, una unión perpetua y un perpetuo
revés. En cada momento una relación de poder puede transfor-
marse en una confrontación entre adversarios. Igualmente, la
relación entre adversarios en una sociedad puede, en cada mo-
mento, dar lugar a la puesta en funcionamiento de mecanismos
de poder. La consecuencia de esta inestabilidad es la capacidad
de descifrar los mismos eventos y las mismas transformaciones
tanto desde el interior de la historia de las luchas o desde el

                                30
punto de partida de las relaciones de poder. Las interpretaciones
que resultan no consistirán de los mismos elementos de signifi-
cado, o de las mismas uniones o de los mismos tipos de inteligi-
bilidad a pesar de que se refieran a las misma fábrica histórica y
cada uno de los análisis debe referirse al otro. De hecho, son
precisamente, las disparidades entre las dos lecturas las que
hacen visibles a aquellos fenómenos fundamentales de "domi-
nación" que están presentes en un gran número de sociedades.
La dominación es de hecho una estructura general de poder de
la cual sus ramificaciones y consecuencias pueden, a veces, apa-
recer descendiendo a las más "incalcitrantes" fibras de la socie-
dad. Pero al mismo tiempo, es una situación estratégica más o
menos apropiada de hecho y consolidada por medios de una
confrontación a largo plazo entre adversarios. Ciertamente pue-
de ocurrir que el hecho de la dominación pueda ser sólo la
transcripción de mecanismos de poder resultantes de la con-
frontación y sus consecuencias (una estructura política resultan-
te de la invasión), puede ser también que una relación de lucha
entre dos adversarios sea el resultado de relaciones de poder
con los conflictos y clivajes que implica. Pero lo que constituye a
la dominación de un grupo, una casta, o una clase, junto a la
resistencia y revueltas que esta dominación encuentra, un
fenómeno central de la historia de las sociedades, es que el en-
trecruzamiento entre las relaciones de poder con relaciones de
estrategias y los resultados procedentes de su interacción se
manifiestan en una forma masiva y universalizada. ■




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  • 1. EL SUJETO Y EL PODER Michel Foucault Primera traducción al castellano, por Santiago Carassale Angélica Vitale Biblioteca Libre Omegalfa 1
  • 2. INTRODUCCION DE LOS TRADUCTORES Al momento de su muerte Michel Foucault era uno de los pen- sadores más relevantes de Francia; ocupaba la cátedra de "His- toria de los sistemas de pensamiento" en una de las más presti- giosas instituciones intelectuales de ese país el "Collège de Fran- ce". En Le dictionnaire des philosophes, publicado el mismo año de su muerte, se encuentra una caracterización de él por parte de Maurice Florence (pseudónimo de Foucault): "Sin duda to- davía es demasiado pronto para apreciar la ruptura introducida por M.F., profesor en el Collège de France (cátedra de historia de los sistemas de pensamiento) desde 1970, en un paisaje filosófi- co dominado hasta entonces por Sartre, y lo que éste designaba como la filosofía insuperable de nuestro tiempo: el marxismo. De entrada, desde Histoire de la Folie (1961), M.F. está en otra parte. Ya no se trata de fundar la filosofía sobre un nuevo cógito, ni de desarrollar los sistemas de las cosas ocultas hasta entonces a los ojos del mundo, sino más bien interrogar este gesto enigmático, quizá característico de las sociedades occidentales, por medio del cual se ven constituidos unos discursos verdade- ros (y, por tanto, también la filosofía) con el poder que se les conoce". Michel Foucault como bien decía Deleuze era un pensador sísmi- co, que incesantemente está quebrando los planos de su discur- so introduciendo nuevas líneas que reconfiguran su trabajo. No está demás decir que el mismo era consciente de tales prácticas y ya en la magistral conclusión de la Arqueología del saber se defendía a la pregunta "¿desde donde habla usted?". Foucault, en uno de sus últimos escritos, retomando la pregunta de Kant ¿qué somos nosotros?, en este preciso momento, abre a la Ilustración, a una ontología de la actualidad. Y la actualidad es lo que devenimos, acotará Deleuze, esas diferencias que se mar- 2
  • 3. can en el ahora abriéndonos a un futuro. Es en esas diferencias (diferendos), donde debe ubicarse un pensamiento que preten- da incidir en lo que somos-devenimos, y es ahí donde Foucault trata de situarse esa pura distancia que se encuentra entre las fuerzas que luchan y que constituyen las coyunturas que atravie- san el cuerpo social. El presente trabajo de Foucault que ha sido traducido del inglés, constituía el epílogo a la segunda edición del libro de Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow: Michel Foucault: beyond structuralism and hermeneutics (Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermeneútica) públicado por la Chicago University Press, 1983. Todo lector más o menos familiarizado con Foucault, en- contrará en este artículo una serie de precisiones y reformula- ciones extremadamente interesantes, que replantean nueva- mente su trabajo, abriendo nuevos horizontes. Last but not least (por último pero no menos importante), como en todos estas ocasiones se nos viene a la mente aquel juego de palabras "traductor, traidor". Si leer es comprender y compren- der es traducir, diríamos que en este acto de lectura que con- forma una traducción es donde se hacen más salientes los ries- gos que el acto de leer implica. Pero por otra parte también nos lleva a replantear la aceptación acrítica de las traducciones, siempre y cuando se esté armado para tales menesteres. Santiago Carassale. Angélica Vitale 3
  • 4. Michel Foucault EL SUJETO Y EL PODER Por qué estudiamos el poder: la cuestión del sujeto. Las ideas que desearía discutir aquí no representan ni una teoría, ni una metodología. En primer término me gustaría decir cuál ha sido el propósito de mi trabajo durante los últimos veinte años. Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tam- poco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos. Mi trabajo ha lidiado con tres formas de objetivaciones, las cuales transforman a los seres humanos en sujetos. El primero, el modo de investigación que trata de darse a sí mismo el estatus de ciencia, por ejemplo la objetivación del suje- to hablante en la Grammaire Générale, la filología y la lingüística, o incluso en este primer modo de objetivación del sujeto pro- ductivo, que trabaja, en el análisis de la riqueza y la economía, o un tercer ejemplo, la objetivación del hecho puro de estar vivo en historia natural o biología. En la segunda parte de mi trabajo he estudiado los modos de objetivación a los que yo llamaría "prácticas divisorias". El sujeto está dividido tanto en su interior como dividido de los otros. Este proceso lo objetiva. Los ejemplos son, el loco y el cuerdo; el en- fermo y el sano, los criminales y los buenos chicos. Finalmente, he pretendido estudiar, -es mi trabajo actual- los modos en que los seres humanos se transforman a sí mismos en 4
  • 5. sujetos. Por ejemplo, he elegido el dominio de la sexualidad: como los hombres han aprendido a reconocerse a sí mismos como sujetos de la "sexualidad". Por lo tanto no es el poder sino el sujeto, el tema general de mi investigación. Es cierto que me he visto un tanto implicado en el tema del po- der, y podría inferirse fácilmente que en tanto el sujeto se en- cuentra en relaciones de producción y significación, se encontra- ría igualmente en relaciones de poder, las cuales son a su vez sumamente complejas. Si bien, la teoría y la historia económica proveen de buenos ins- trumentos para las relaciones de producción, -así como la lin- güística y la semiótica ofrecen buenos instrumentos para el es- tudio de las relaciones de significación- no sucede lo mismo en el caso de las relaciones de poder. Tradicionalmente, se ha recurri- do a formas de pensar en el poder basadas en modelos legales, esto es: ¿qué legitima al poder? o se ha recurrido a formas de pensar el poder basadas en modelos institucionales, esto es: ¿qué es el Estado? Por lo tanto considero que es necesario ampliar las dimensiones de la definición de poder, si se quisiera usar esta definición para estudiar la objetivación del sujeto. ¿Necesitamos entonces una teoría sobre el poder? Desde el momento en que una teoría presupone una objetivación dada no puede ser tomada como la base de un trabajo análitico. Pero este trabajo analítico no puede proceder sin una conceptualiza- ción permanente, la cual, implica un pensamiento crítico, una revisión constante. La primera cuestión a revisar es la que yo llamaría, las "necesi- dades conceptuales", lo cual significa que la conceptualización no debería estar fundada en una teoría del objeto, ya que el ob- jeto conceptualizado no es el único criterio para una buena con- ceptualización. Deberíamos tener en cuenta las condiciones 5
  • 6. históricas que motivan nuestra conceptualización. Es necesaria una conciencia histórica de nuestras circunstancias actuales. La segunda cuestión a revisar es el tipo de realidad con la que tratamos. Un escritor de un conocido diario francés expresaba su sorpresa diciendo: "¿por qué la noción de poder es tema creciente para tanta gente hoy en día? ¿Es un tema tan importante? ¿Es un tema tan independiente que puede ser discutido sin tomar en consideración otros problemas?" La sorpresa de este escritor me sorprendió aún más. Soy escép- tico respecto a la presunción de que la problemática del poder haya emergido recién en el siglo XX. Para nosotros la problemá- tica del poder, no sólo configura una cuestión teórica sino que es parte de nuestras experiencias. Me gustaría referirme solamente a dos "formas patológicas" de estas experiencia, aquellas dos enfermedades de poder, el fascismo y el stalinismo. Una de las numerosas razones por las cuales estas enfermedades nos resul- tan tan desconcertantes es, porque a pesar de su "unicidad" histórica, no terminan de ser originales. Ellas usaron y extendie- ron mecanismos ya presentes en muchas otras sociedades. Es más, a pesar de su propia locura interna, se valieron de ideas y mecanismos de nuestra racionalidad política. Lo que necesitamos entonces, es una economía de las relaciones de poder, la palabra economía usada en su sentido teorético y práctico. En otras palabras, desde Kant, el rol de la filosofía es prevenir a la Razón de ir más allá de los límites de lo que es dado en la experiencia, pero desde esta época, -es decir con el desa- rrollo de los estados modernos y la organización política de la sociedad- el rol de la filosofía también ha sido mantenerse aten- ta a los abusos del poder de la racionalidad política, lo cual es una pretensión bastante alta. Todo el mundo es consciente de hechos tan banales, pero el hecho de que sean banales no significa que no existan. Lo que 6
  • 7. debemos hacer con los hechos banales es descubrir qué proble- mas específicos y quizás originales están conectados con ellos. La relación entre racionalización y excesos de poder político es evidente. No necesitamos remitirnos a la burocracia o a los campos de concentración para reconocer tales relaciones; el problema entonces es: ¿qué hacer con un hecho tan evidente? ¿Debemos juzgar a la Razón? Desde mi punto de vista, nada se- ría más estéril. En primer lugar, porque este ámbito nada tiene que ver con la culpabilidad o la inocencia. En segundo lugar, porque no tiene sentido referirse a la Razón como entidad con- traria a la no-Razón. Por último, porque tal juicio nos induciría a engaño, a adoptar el papel arbitrario y aburrido tanto del racio- nalista como del irracionalista. ¿Deberíamos investigar entonces, esta forma de racionalismo que parece específico de nuestra cultura moderna, y que tuvo su origen en la Aufklärung? Esta fue la aproximación de algunos de los miembros de la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, mi propó- sito no consiste en entablar una discusión acerca de sus trabajos, más allá de que sean de los más importantes e invalorables. En todo caso, sugeriría otra manera de investigar la relación entre racionalización y poder. Sería conveniente no tomar como un todo la racionalización de la sociedad o de la cultura, sino analizar tales procesos en diver- sos campos, cada uno en referencia a una experiencia funda- mental: locura, enfermedad, muerte, crimen, sexualidad y así sucesivamente. Creo que la palabra racionalización es peligrosa; lo que debemos hacer es analizar racionalidades específicas, más que invocar constantemente al Progreso y a la racionalización en general. Más allá de que la Aufklärung (Ilustración) haya sido una etapa importante de nuestra historia y del desarrollo de la tecnología política, creo que deberíamos referirnos a una serie de procesos 7
  • 8. más alejados si deseamos entender cómo hemos sido atrapados en nuestra propia historia. Me gustaría sugerir otra vía para ir más lejos hacia una nueva economía de las relaciones de poder, una vía más empírica, más directamente relacionada con nuestra situación actual, la cual implica una mayor relación entre la teoría y la práctica. Esta con- siste en tomar como punto de partida, a las formas de resisten- cia contra las diferentes formas de poder. Para usar otra metáfo- ra, consiste en usar la resistencia como un catalizador químico, de forma de traer a luz las relaciones de poder, ubicar su posi- ción, encontrar sus puntos de aplicaciones y los métodos usados. Más que analizar el poder desde el punto de vista de su raciona- lidad interna, consiste en analizar relaciones de poder a través del antagonismo de estrategias. Por ejemplo, para encontrar lo que nuestra sociedad entiende por sanidad, tal vez deberíamos investigar lo que está aconte- ciendo en el campo de la insanidad. Y lo que entendemos por legalidad en el campo de la ilegalidad. Con el propósito de entender de qué tratan las relaciones de poder, tal vez deberíamos investigar las formas de resistencia y los intentos hechos para disociar estas relaciones. Como punto de partida, tomemos una serie de oposiciones que se han desarrollado en los últimos años: la oposición del poder del hombre sobre la mujer, la de los padres sobre los niños, la de la psiquiatría sobre la enfermedad mental, la de la medicina so- bre la población, la de la administración sobre la forma de vivir de la gente. Sin embargo, no es suficiente con decir que estas son luchas an- tiautoritarias, debemos tratar de definir más precisamente que tienen ellas en común. 1.- Son luchas "transversales"; esto es, no están limitadas a un país. Es evidente que se desarrollan más fácilmente y más exten- 8
  • 9. samente en determinados países, pero no por esta razón, están confinadas a una forma política o económica particular de go- bierno. 2.- El objetivo de estas luchas son los efectos del poder en sí. Por ejemplo, la profesión médica no es en primera instancia criticada por su provecho económico, sino porque ejerce un poder no controlado sobre los cuerpos de la gente, su salud, su vida y su muerte. 3.- Son luchas "inmediatas" por dos razones. En tales luchas la gente cuestiona las instancias de poder que están más cercanas a ellas, aquellas que ejercen su acción sobre los individuos. Estas luchas, no se refieren al "enemigo principal" sino al enemigo inmediato, como tampoco esperan solucionar los problemas en un futuro preciso (esto es liberaciones, revoluciones, fin de la lucha de clases). En contraste con una escala teorética de expli- caciones o un orden revolucionario que polariza la historia, ellas son luchas anarquistas. Pero estos no son los puntos más originales, en cambio los pun- tos siguientes parecen ser los más específicos. 4.-Son luchas que cuestionan el status del individuo: por un lado, afirman el derecho a ser diferentes y subrayan todo lo que hace a los individuos verdaderamente individuos. Por otro lado, ata- can lo que separa a los individuos entre ellos, lo que rompe los lazos con otros, lo que rompe con la vida comunitaria, y fuerza al individuo a volver a sí mismo y lo ata a su propia identidad de forma constrictiva. Estas luchas no están a favor o en contra del "individuo", pero si son luchas en contra de "el gobierno de la individualización". 5.- Estas luchas, -en oposición a los efectos del poder, ligados al conocimiento, a la competencia, la calificación- luchan contra los privilegios del conocimiento. Pero son también una oposición contra el secreto, la deformación y las representaciones mistifi- 9
  • 10. cadas impuestas a la gente. No hay nada "cientista" en esto, (es- to es, una creencia dogmática en el valor del conocimiento científico), pero tampoco es un rechazo escéptico, relativista de cualquier verdad verificada. Lo que se cuestiona es el modo en que el conocimiento circula y funciona, sus relaciones con el poder. En otras palabras, el régime du savoir (régimen de saber). 6.- Finalmente todas estas luchas giran en torno a la pregunta: "¿Quiénes somos nosotros?". Son un rechazo a las abstracciones de la violencia económica e ideológica, que ignoran quienes so- mos individualmente como también son un rechazo a la inquisi- ción científica y administrativa que determina quien es uno. Para concluir, el objetivo principal de estas luchas no es atacar tanto a tal o cual institución de poder, grupo, elite, clase, sino más bien a una técnica, a una forma de poder. Esta forma de poder emerge en nuestra vida cotidiana, categori- za al individuo, lo marca por su propia individualidad, lo une a su propia identidad, le impone una ley de verdad que él tiene que reconocer y al mismo tiempo otros deben reconocer en él. Es una forma de poder que construye sujetos individuales. Hay dos significados de la palabra sujeto; sujeto a otro por control y de- pendencia y sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que sojuzga y constituye al sujeto. Generalmente puede decirse que hay tres tipos de luchas contra las formas de dominación (étnicas, sociales y religiosas); contra formas de explotación que separan a los individuos de aquello que ellos mismos producen; o contra aquello que ata al indivi- duo a sí mismo y los subsume a otros de esta forma (luchas con- tra la sujeción, contra formas de subjetividad y sumisión). Creo que en la historia, se pueden encontrar muchos ejemplos de estos tres tipos de luchas sociales, tanto separadas unas de otras como mezcladas entre sí. Pero incluso cuando aparecen mezcladas entre ellas, una prevalece. Por ejemplo, en las socie- 10
  • 11. dades feudales, las luchas contra las formas de dominación étni- cas y sociales fueron las prevalecientes, aún cuando la explota- ción económica pudo haber sido muy importante entre las cau- sas de las revueltas. En el siglo XIX, la lucha contra la explotación pasa al frente. Hoy en día, la lucha contra las formas de sujeción, -contra la su- misión de la subjetividad- se está volviendo cada vez más impor- tante, incluso cuando las luchas contra las formas de dominación y explotación no han desaparecido, más bien lo contrario. Sospecho que esta no es la primera vez que nuestra sociedad ha sido confrontada a este tipo de luchas. Todos aquellos movi- mientos que tuvieron lugar en los siglos XV y XVI y que tuvieron en la Reforma su máxima expresión y resultado, deberían ser analizados como una gran crisis de la experiencia occidental de la subjetividad y una revuelta contra las formas de poder religio- so y moral que dieron forma, durante la Edad Media, a esta sub- jetividad. La necesidad de tomar parte directa en la vida espiritual, en el trabajo de la salvación, en la verdad que habita en el Libro -todo eso fue una lucha por una nueva subjetividad. Conozco las objeciones que se pueden hacer. Podemos decir que todos los tipos de sujeción son fenómenos derivados, meras consecuencias de otros procesos económicos y sociales: fuerzas de producción, luchas de clases y estructura ideológica que de- terminan las formas de subjetividad. Es cierto que los mecanis- mos de sujeción no pueden ser estudiados por fuera de su rela- ción con los mecanismos de dominación y explotación. Pero ellos no constituyen lo "terminal" de muchos de los mecanismos fundamentales. Ellos conforman relaciones complejas y circula- res con otras formas. 11
  • 12. La razón por la cual este tipo de lucha tiende a prevalecer en nuestra sociedad es debido al hecho que desde el siglo XVI una nueva forma de poder político ha sido desarrollada de forma continua. Esta nueva estructura política, como todo el mundo sabe, es el Estado. La mayor parte del tiempo el Estado es perci- bido como un tipo de poder político que ignora a los individuos, que mira sólo los intereses de la totalidad, yo diría, de una clase o de un grupo de ciudadanos. Eso es bastante cierto, pero me gustaría subrayar el hecho de que el poder estatal (y esta es una de las razones de su fortaleza) es una forma de poder, al mismo tiempo individualizante y tota- lizante. Creo que en la historia de las sociedades humanas, - incluso en la antigua sociedad china- nunca ha habido una com- binación tan tramposa en la misma estructura política de las técnicas de individualización y de los procedimientos de totaliza- ción. Esto es debido al hecho de que el Estado occidental moderno, ha integrado en una nueva forma política, una vieja técnica de po- der, que tiene su origen en las instituciones cristianas. Podemos llamar a esta técnica de poder, poder pastoral. En primera instancia, diré algunas palabras acerca del poder pas- toral. Se ha dicho que la cristiandad dio a luz un código de ética fun- damentalmente diferente al del Mundo Antiguo. Menos énfasis se ha otorgado al hecho de que este código de ética propone y difunde nuevas relaciones de poder a través de todo el mundo antiguo. El cristianismo es la única religión que se ha organizado a sí misma como Iglesia, y como tal, postula en principio que ciertos individuos pueden, por su cualidad religiosa, servir a los otros, no como príncipes, magistrados, profetas, adivinadores, bene- factores, educadores y demás, sino como pastores. De cualquier manera esta palabra designa una forma especial de poder. 12
  • 13. 1) Es una forma de poder que tiene como último objetivo la sal- vación individual en el otro mundo. 2) El poder pastoral no es meramente una forma de poder que guía, sino que debe ser preparado para sacrificarse a sí mismo por la vida y la salvación de la carne. Es más, este poder es dife- rente al poder real que demanda un sacrificio de sus sujetos pa- ra salvar el trono. 3) Es una forma de poder que no atiende so- lamente a la comunidad en su globalidad, sino a cada individuo en particular durante su vida entera. 4) Finalmente esta forma de poder no puede ser ejercida sin el conocimiento de las men- tes humanas, sin explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más íntimos secretos. Esto implica un conocimiento de la conciencia y la habilidad para dirigirla. Esta forma de poder está orientada a la salvación (como opuesta al poder político). Esta es oblativa (opuesta al principio de "sobe- ranía"), es individualizante (opuesta al poder legal); es coexten- siva y continua a la vida, está ligada a la producción de verdad, la verdad del individuo en sí mismo. Podría decirse que todo esto es parte de la historia; el poder pastoral, si no ha desaparecido al menos ha perdido gran parte de su eficiencia. Esto es verdad, pero creo que podríamos distinguir dos aspectos del poder pastoral, el de la institucionalización eclesiástica, la cual ha desaparecido o al menos ha perdido su propia vitalidad a partir del siglo XVIII y el de su propia función, la cual se ha dise- minado y multiplicado más allá de la institución eclesiástica. Un fenómeno importante tuvo lugar alrededor del siglo XVIII- este fue una nueva distribución, una nueva organización de este tipo de poder individualizante. No creo que podamos considerar al "Estado moderno" como una entidad desarrollada por encima de los individuos, ignoran- do lo que son e incluso su propia existencia, sino por el contra- 13
  • 14. rio; como una estructura muy sofisticada a la cual los individuos pueden ser integrados bajo una condición: que esa individuali- dad puede ser moldeada de otra forma y sometida a una serie de patrones muy específicos. De cierto modo, podemos ver al Estado como a una moderna matriz de individualización, o una nueva forma de poder pasto- ral. Diré algunas palabras sobre este nuevo poder pastoral. 1.- Podemos observar cambios en su objetivo. Dejó de ser una cuestión de guiar a la gente para su salvación en el más allá, para pasar a ser una cuestión de asegurar su salvación en este mun- do. En este contexto entonces, la palabra salvación toma signifi- cados diferentes: salud, bienestar (riqueza suficiente, nivel de vida) seguridad y protección contra accidentes. Una serie de propósitos terrenales tomaron el lugar de los propósitos religio- sos propios del poder pastoral tradicional, todavía más fácilmen- te porque este último, -por varias razones-había seguido de for- ma accesoria un cierto número de estos objetivos. Sólo tenemos que pensar en el rol que ha jugado la medicina y su función de bienestar asegurada por largo tiempo por las iglesias católica y protestante. 2.-Al mismo tiempo los oficiales del poder pastoral se multipli- caban. Alguna vez esta forma de poder fue ejercida por los apa- ratos del Estado, o por una institución pública cualquiera, como la policía. (No debemos olvidar que en el siglo XVIII la fuerza po- licial no fue inventada sólo para garantizar la ley y el orden, para asistir a los gobiernos en su lucha contra los enemigos, sino en todo caso para asegurar los recursos urbanos, la higiene, la salud y los niveles considerados necesarios para la artesanía y el co- mercio). En cierto momento, el poder fue ejercido por iniciativas privadas, sociedades de bienestar, benefactoras y filántropas. Incluso antiguas instituciones, como la familia, fueron moviliza- das para llevar adelante funciones pastorales. También fue ejer- 14
  • 15. cido por estructuras complejas tales como la medicina, que in- cluye iniciativas privadas, tales como las ventas de servicios ba- sadas en los principios de una economía de mercado; como insti- tuciones públicas, tales como los hospitales. 3.- Finalmente, la multiplicación de los objetivos y agentes del poder pastoral focalizaba el desarrollo del conocimiento humano alrededor de dos roles: uno, globalizante y cualitativo, concer- niente a la población; otro, analítico, concerniente al individuo. Esto implica el tipo de poder pastoral, que durante siglos, más de un milenio, ha estado ligado a una institución religiosa defini- da, a menudo diseminada por todo el cuerpo social y que en- contró apoyo en una multiplicidad de instituciones. En lugar del poder pastoral o el poder político, relativamente ligados el uno al otro, relativamente rivales, había una "táctica" individualizan- te que caracterizó a series de poder: aquellas de la familia, la medicina, la psiquiatría, la educación y el trabajo. A fines del siglo XVIII Kant escribía en un periódico alemán -el Berliner Monatschrift- un texto breve. El título fue <<Was heisst Aufklärung?>>. Durante mucho tiempo, incluso hoy, este texto es considerado un trabajo de relativa poca importancia. Yo no puedo dejar de encontrar a este texto interesante y desestructu- rante, porque en este trabajo por primera vez un filósofo propo- ne como tarea filosófica a investigar, no sólo al sistema metafísi- co o a los pilares del conocimiento científico, sino a un evento histórico, un evento reciente, incluso contemporáneo. Cuando en 1784, Kant preguntaba <<Was heisst Aufklärung?>>, se estaba refiriendo a: ¿Qué está ocurriendo en este preciso momento?, ¿Qué nos está sucediendo? ¿Cuál es el mundo, el período, este preciso momento en el que estamos viviendo? O en otras palabras: ¿Qué somos? ¿como Aufklärer, como parte del Iluminismo (Enlightment)?. Compararía esto con la pregunta cartesiana: ¿Quién soy? ¿Yo, como único pero universal y ahistó- 15
  • 16. rico sujeto? Yo, para Descartes ¿es cada uno de nosotros, en cualquier sitio y en cualquier momento? Pero Kant pregunta algo más: ¿Qué somos nosotros? en un mo- mento muy preciso de la historia. La pregunta kantiana aparece como un análisis en dos sentidos, del nosotros y de nuestro pre- sente. Creo que este aspecto de la filosofía fue tomando cada vez más importancia. Hegel, Nietzsche... El otro aspecto de la "filosofía universal" no desapareció, pero la tarea de una filosofía como análisis crítico de nuestro mundo es algo cada vez más importan- te. Es probable, que el más certero problema filosófico sea el problema del presente y lo que nosotros somos, en este preciso momento. Es probable que hoy en día el objetivo más importante no sea descubrir qué somos sino rehusarnos a lo que somos. Debemos imaginarnos y construir lo que podríamos ser para librarnos de este tipo de doble vínculo político (double bind), que es la si- multánea individualización y totalización de las modernas es- tructuras de poder. La conclusión podría ser que el problema político, ético, social y filosófico de nuestros días no es tratar de liberar al individuo del Estado y de las instituciones del Estado sino liberarnos de am- bas, del Estado y del tipo de individualización que está ligada a éste. Debemos promover nuevas formas de subjetividad a través del rechazo de este tipo de individualidad que nos ha sido im- puesta durante siglos. ¿Como es ejercido el poder? Para algunos, preguntar sobre el "cómo" del poder nos limitaría a describir sus efectos sin siquiera relacionar estos efectos tanto a sus causas como a su naturaleza básica. Haría del poder una sustancia misteriosa sobre la cual ellos deberían dudar en pre- 16
  • 17. guntar, seguramente porque preferirían no traerla a considera- ción. Proceder de esta forma, la cual nunca está explícitamente justificada, parece suponer la presencia de una forma de fata- lismo. ¿Pero acaso su descreimiento no está indicando la presu- posición de que el poder es algo que existe con tres cualidades distintivas: su origen, su naturaleza básica y sus manifestacio- nes? Si de un tiempo a esta parte he otorgado una cierta posición privilegiada a la cuestión del "cómo" no es porque haya decidido eliminar las cuestiones referidas al "que" y al "por qué". En todo caso pretendo presentar estas cuestiones de forma diferente, mejor aún, saber si es legítimo imaginar un poder que unifique en él, un qué, un por qué y un cómo. Para decirlo de forma sen- cilla, diría que plantear el análisis del "cómo" es sugerir que este poder como tal no existe. Al menos es preguntarse a uno mismo que contenido tiene en mente cuando usa ese término abarca- dor y reificante, es sospechar que una configuración extrema- damente compleja de realidades se diluye cuando caemos reite- radamente en una doble cuestión: ¿Qué es el poder? y ¿De dónde viene el poder?. Por otra parte, la simple interrogante, ¿Qué sucede? aunque llana y empírica, una vez planteada evita la acusación de ser una metafísica u ontología fraudulenta del poder; por lo tanto es plantear el "Cómo", no en el sentido de "Cómo se manifiesta, sino de por qué medios es ejercido?" y "¿Qué sucede cuando los individuos ejercen (como ellos dicen) el poder sobre otros?". En lo que concierne a este poder, en primera instancia es nece- sario distinguir aquel que se ejerce sobre las cosas y da a su vez la habilidad de modificar, usar, consumir y destruirlas -un poder que procede de aptitudes directamente inherentes al cuerpo o "apoyadas" en instrumentos externos. Diría que aquí hay una cuestión de "capacidad". Por otro lado lo que caracteriza al po- der que estamos analizando es que este pone en juego las rela- ciones entre los individuos (o entre grupos). Para no engañarnos 17
  • 18. a nosotros mismos, si hablamos de las estructuras o los meca- nismos del poder, es sólo en tanto suponemos que ciertas per- sonas ejercen el poder sobre otros. El término "poder" designa los relacionamientos entre "compañeros" (y con esto no estoy pensando en juego de suma-cero, sino simplemente y por el momento permaneciendo en términos generales, en un entra- mado de acciones que inducen a otras acciones y que se conca- tenan entre sí). Es también necesario distinguir las relaciones de poder de los relacionamientos comunicacionales que transmiten información por medio del lenguaje de un sistema de signos o cualquier otro sistema simbólico. Sin duda, comunicar es siempre una cierta forma de actuar sobre otra persona o personas. Pero la produc- ción y circulación de los elementos de significado pueden tener como objetivo o como su consecuencia ciertos resultados en el "reino" terreno del poder, los últimos no son simplemente un aspecto de los primeros. Más allá de que pasen o no a través de sistemas de comunicación, las relaciones de poder tienen una naturaleza específica. Las relaciones de poder, los relaciona- mientos de comunicación y las capacidades objetivas no debe- rían ser confundidas. Esto no equivale a decir que existen tres dominios separados: por un lado un campo de cosas, de técnicas perfeccionadas, de trabajo y transformación de lo real; por otro lado uno de los signos, de la comunicación, de la reciprocidad, de la producción del significado; y finalmente un campo de la dominación, de los medios de sujeción, de la desigualdad y la acción de los hombres sobre otros hombres. Es más bien en todo caso, una cuestión de tres tipos de relacionamientos, los cuales de hecho, siempre se superponen uno sobre otro, se mantienen recíprocamente y se usan mutuamente como medios para un fin. La aplicación de capacidades objetivas en sus formas más elementales, implica relacionamientos de comunicación (tanto en forma de información previamente adquirida como de traba- jo compartido), está también unida a las relaciones de poder 18
  • 19. (tanto si consisten en tareas obligatorias, de gestos impuestos por la tradición o el aprendizaje, como de subdivisiones y de una distribución más o menos obligatoria del trabajo). Los relacio- namientos de comunicación implican actividades teleológicas (incluso en la correcta puesta en funcionamiento de los elemen- tos de significado) y por efecto de la modificación del campo de la información entre "jugadores" producen efectos de poder. Difícilmente puedan ser disociados de las actividades teleológi- cas, las cuales también permiten el ejercicio de ese poder (tales como técnicas de entrenamiento, procesos de dominación; aquellos medios por los cuales se consigue obediencia) y que con el propósito de desarrollar su potencial sugieren las relacio- nes de poder (la división del trabajo y la jerarquía de tareas). Es evidente que la coordinación entre estos tres tipos de rela- cionamientos no es ni uniforme ni constante. En una sociedad dada no hay un tipo general de equilibrio entre las actividades teleológicas, los sistemas de comunicación y las relaciones de poder. En todo caso existen diversas formas, diversos lugares, diversas circunstancias u ocasiones en las que estos relaciona- mientos se establecen a sí mismos de acuerdo a un modelo es- pecífico. Pero también existen espacios en los cuales el ajuste de las habilidades, los recursos de comunicación y las relaciones de poder constituyen sistemas regulados y concertados. Tomemos como ejemplo una institución educativa, la disposición de su espacio, las regulaciones meticulosas que gobiernan su vida in- terna, las diferentes actividades que se organizadan ahí, las di- versas personas que viven o se encuentran, cada una con su fun- ción, su carácter bien definido -todas esas cosas constituyen un entramado de capacidad-comunicación- poder. La actividad que garantiza el aprendizaje y la adquisición de actitudes o tipos de comportamientos, es desarrollada allí por medio de series de comunicaciones reguladas (lecciones, preguntas y respuestas, órdenes, exhortaciones, signos codificados de obediencia, califi- caciones diferenciales del "valor" de cada persona y los niveles 19
  • 20. de conocimiento y por medio de series completas de procesos de poder, encierro, vigilancia, recompensa y castigo, las jerar- quías piramidales). Estos entramados que constituyen la puesta en marcha de las capacidades técnicas, el juego de las comunicaciones y las rela- ciones de poder, que están ajustados acorde a fórmulas estable- cidas, constituyen lo que uno podría llamar, -ampliando un poco el sentido de la palabra-disciplinas. El análisis empírico de como se han constituido históricamente ciertas disciplinas, presenta un cierto interés, debido a que estas muestran, primero de acuerdo a sistemas artificialmente claros y decantados, la forma en que los sistemas de finalidad objetiva (o teleológicos), los sistemas de comunicación y de poder pueden ser ensamblados. Estos sistemas también exhiben diferentes modos de articula- ción, algunas veces dando preeminencia a las relaciones de po- der y obediencia (como en aquellas disciplinas de tipo monástico y penitencial), algunas otras, a las actividades teleológicas (como en las disciplinas de los lugares de trabajo u hospitales) y otras veces a los relacionamientos de comunicación (como en las dis- ciplinas de aprendizaje), algunas también a la saturación de los tres tipos de relacionamientos (como puede ser en la disciplina militar, donde una plétora de signos, indica rigurosas relaciones de poder, calculadas con vistas a producir un cierto número de efectos técnicos). Aquello que debe ser entendido por disciplinamiento de las so- ciedades europeas desde el siglo XVIII, no es por supuesto que los individuos que forman parte de ellas se hayan vuelto cada vez más obedientes, o que ellos comenzaran a juntarse en ba- rracas, escuelas o prisiones; sino que un incontrolado proceso de ajuste crecientemente mejorado ha sido buscado -cada vez más racional y económico-entre las actividades productivas, los re- cursos de comunicación y el papel de las relaciones de poder. Para aproximarnos al tema del poder a través de un análisis del "cómo", debemos presentar algunas críticas en relación a la su- 20
  • 21. posición de un poder fundamental. Eso es darse a sí mismo co- mo el objeto de análisis de las relaciones de poder y no el poder en sí mismo -las relaciones de poder que son distintas de las habilidades objetivas, así como de las relaciones de comunica- ción. Que es tanto como decir que las relaciones de poder deben ser tomadas en la diversidad de su secuencia lógica, sus habili- dades y sus interrelaciones. ¿Cuál es la naturaleza específica del poder? El ejercicio del poder no es simplemente el relacionamiento en- tre "jugadores" individuales o colectivos, es un modo en que ciertas acciones modifican otras. Lo que por supuesto significa, que algo llamado Poder, con o sin mayúsculas, considerado que existe universalmente de forma concentrada o difusa, no existe. El Poder existe solamente cuando es puesto en acción, incluso si él está integrado a un campo disperso de posibilidades relacio- nadas a estructuras permanentes. Esto también significa que el poder no es una función de consentimiento. En sí mismo no es una renuncia a la libertad, una transferencia de derechos, el po- der de cada uno y de todos delegado a unos pocos (que no pre- veen la posibilidad de que el consentimiento pueda ser una con- dición para la existencia o mantenimiento del poder); el relacio- namiento de poder puede ser el resultado de un consentimiento más importante o permanente, pero no es por naturaleza la ma- nifestación de un consenso. ¿Quiere decir esto que uno debe indagar el carácter propio de las relaciones de poder en la violencia que debe haber existido en su forma primitiva, su secreto permanente y su último recur- so, el cual en el análisis final aparece como su naturaleza real, en cuanto es forzado a dejar a un lado su máscara y a mostrarse a sí mismo tal cual es? 21
  • 22. En efecto, lo que define una relación de poder es que este es un modo de acción que no opera directa o inmediatamente sobre los otros. En cambio el poder actúa sobre las acciones de los otros: una acción sobre otra acción, en aquellas acciones exis- tentes o en aquellas que pueden generarse en el presente o en el futuro. Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo o co- sas, ella fuerza, doblega, destruye, o cierra la puerta a todas las posibilidades. Su polo opuesto sólo puede ser la pasividad, y si ella se encuentra con cualquier resistencia no tiene otra opción que tratar de minimizarla. Por otro lado, una relación de poder sólo puede ser articulada en base a dos elementos, cada uno de ellos indispensable si es realmente una relación de poder: "el otro" (aquel sobre el cual es ejercido el poder) ampliamente re- conocido y mantenido hasta el final como la persona que actúa; y un campo entero de respuestas, reacciones, resultados y posi- bles invenciones que pueden abrirse, el cuál está enfrentando a una relación de poder. Obviamente la puesta en escena de las relaciones de poder no excluye el uso de la violencia como tampoco la obtención del consentimiento, no hay duda que el ejercicio del poder no pue- de existir sin el uno u el otro, sino a menudo con la presencia de ambos. Pero a pesar de que el consenso y la violencia son los instrumentos o los resultados, ellos no constituyen el principio o la naturaleza básica del poder. El ejercicio del poder puede pro- ducir tanta aceptación al punto de ser deseado: puede acumular muerte y cubrirse a sí mismo detrás de cualquier amenaza ima- ginable. En sí mismo el ejercicio del poder no es violencia, tam- poco es consentimiento, que implícitamente es renovable. Es una estructura total de acciones traídas para alimentar posibles acciones; el incita, induce, seduce, hace más fácil o más difícil, en el extremo, el constriñe o prohibe absolutamente; es a pesar de todo siempre, una forma de actuar sobre un sujeto o sujetos actuantes en virtud de sus actuaciones o de su capacidad de ac- tuación. Un conjunto de acciones sobre otras acciones. 22
  • 23. Seguramente la naturaleza equívoca del término conducta es una de las mejores ayudas para arribar a términos especifícos de las relaciones de poder. "Conducir" es al mismo tiempo "liderar" a otros (acorde a los mecanismos de coerción, los cuales son -en diferentes grados-estrictos) y un modo de comportarse con un campo más o menos abierto de posibilidades. El ejercicio del poder consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posibles. Básicamente el poder es más una cuestión de gobierno que una confrontación entre dos adversa- rios o la unión de uno a otro. La palabra "Gobierno" debería considerarse en su más amplio significado, el que tuvo en el siglo XVI, la cuál no hacía referencia sólo a las estructuras políticas o a la dirección de los estados, sino que designaba la forma en que la conducta de los individuos o de los grupos debería ser dirigida: el gobierno de los niños, de las almas, de las comunidades, familias, de la enfermedad. "Go- bernar" no sólo cubre las formas legítimamente constituidas de sujeción política o económica, sino también modalidades de ac- ción más o menos consideradas y calculadas, orientadas a actuar sobre las posibilidades de acción de los otros. Gobernar, en este sentido, es estructurar el posible campo de acción de los otros. El efecto de relacionamiento propio del poder no se encontraría en todo caso en el campo de la violencia o de la lucha, tampoco en el campo de la unión voluntaria (todas las cuales son, en el mejor de los casos, instrumentos del poder) sino en el área de modos de acción singulares que son el gobierno; modos de ac- ción que no son necesariamente ni jurídicos ni de guerra. Cuando se define el ejercicio del poder como un modo de acción sobre las acciones de los otros, cuando se caracteriza esas accio- nes como el gobierno de los hombres por otros hombres, -en el sentido más amplio del término- se incluye un elemento muy importante: la libertad. El poder sólo se ejerce sobre sujetos libres, y sólo en tanto ellos sean libres. Por esto entendemos sujetos individuales o colectivos que están enfrentados a un 23
  • 24. campo de posibilidades en el cual diversas formas de comportar- se, diversas reacciones y comportamientos pueden ser realiza- dos. Cuando los factores determinantes saturan la totalidad, no hay relacionamientos de poder, la esclavitud no es una relación de poder en tanto los hombres están encadenados. (En este caso se trata de una cuestión de relaciones de constreñimiento físi- co). Consecuentemente no existe la confrontación cara a cara entre el poder y la libertad, los cuales se excluyen mutuamente (la libertad desaparece en todo lugar donde es ejercido el po- der), sino un juego mucho más complicado. En este juego la li- bertad bien puede aparecer como la condición para ejercer el poder (al mismo tiempo que es su precondición, ya que la liber- tad debe existir para que el poder pueda ser ejercido, y a la vez ser su apoyo permanente, ya que sin la posibilidad de resisten- cia, el poder podría ser equivalente a la imposición física). No puede entonces separarse el relacionamiento entre el poder y el rechazo de la libertad a someterse. El problema crucial del poder no es aquel de la servidumbre voluntaria. (¿Cómo podr- íamos desear ser esclavos?). En el corazón mismo de las relacio- nes de poder y constantemente provocándolas, están la resis- tencia de la voluntad y la intransigencia de la libertad. En vez de hablar de una libertad esencial, sería mejor hablar de un "ago- nismo", de una relación que es al mismo tiempo recíprocamente incitación y lucha, es una provocación permanente, en vez de una confrontación cara a cara que paraliza a ambas partes. ¿Como se pueden analizar las relaciones de poder? Se puede analizar tales relaciones de poder e incluso diría que es perfectamente legítimo hacerlo, focalizando cuidadosamente determinadas instituciones. Estas últimas constituyen un punto de observación privilegiado, diversificado, concentrado, puesto en orden y llevado al punto más alto de su eficacia. Es aquí que, - como una primera aproximación- uno puede esperar ver la apa- 24
  • 25. riencia de sus formas y la lógica de sus mecanismos elementales. De todas maneras, el análisis de las relaciones de poder circuns- criptas a ciertas instituciones, presenta un cierto número de problemas. En primer lugar, el hecho de que una parte impor- tante de los mecanismos puestos en funcionamiento por una institución sean designados para preservar su propia conserva- ción, traen consigo el riesgo de funciones descifrantes que son esencialmente reproductivas, especialmente en relaciones de poder entre instituciones. Segundo, en el análisis de las relacio- nes de poder desde el punto de vista de las instituciones le per- mite a uno abrir la explicación y el origen del primero en el últi- mo, lo que es decir, explicar el poder por el poder. Finalmente, en tanto las instituciones actúan esencialmente trayendo a la acción dos elementos: regulaciones explícitas o tácitas y un apa- rato institucional, se corre el riesgo de dar a uno u otro un privi- legio exagerado en las relaciones de poder y por lo tanto ver en el último sólo modulaciones de la ley y la coerción. Esto no niega la importancia de las instituciones en la constitu- ción de las relaciones de poder. Por el contrario, yo sugeriría que se debe analizar las instituciones a partir de las relaciones de poder y no a la inversa y por tanto el punto fundamental de an- claje de las relaciones -incluso si ellas están corporizadas y crista- lizadas en una institución-, debe ser encontrado fuera de una institución. Volvamos a la definición del ejercicio del poder como el modo en que ciertas acciones pueden estructurar el campo de otras ac- ciones posibles. Lo que sería propio de una relación de poder es que esta es ser un modo de acción sobre otras acciones. Esto es decir, que las relaciones de poder están profundamente enrai- zadas en el nexo social, no reconstituido "sobre" la sociedad como una estructura suplementaria de la que podamos imaginar su desaparición radical. En todo caso, vivir en sociedad es vivir de tal modo que la acción sobre las acciones de los otros sea posible -y de hecho así sucede. Una sociedad sin relaciones de 25
  • 26. poder sólo puede ser una abstracción. Por lo cual cada vez es más políticamente necesario el análisis de las relaciones de po- der en una sociedad dada, sus formaciones históricas, sus fuen- tes de fortaleza o fragilidad, las condiciones necesarias para transformar algunas o abolir otras. Decir que no puede existir una sociedad sin relaciones de poder, no es decir que aquellas que están establecidas son necesarias o en todo caso, que el poder constituye una fatalidad en el corazón de las sociedades, tal que este no pueda ser minado. En cambio, yo diría que el análisis, elaboración y puesta en cuestión de las relaciones de poder y el agonismo entre las relaciones de poder y la intransiti- vidad de la libertad es un tarea política permanente inherente a toda existencia social. Concretamente el análisis de las relaciones de poder exige esta- blecer un cierto número de puntos: 1.- El sistema de las diferenciaciones, que permite actuar sobre las acciones de los otros: diferenciaciones determinadas por la ley o por las tradiciones de status y privilegio, diferencias económicas en la apropiación de riquezas y mercancías, diferen- cias en los procesos de producción, diferencias culturales y lin- güísticas, diferencias en el saber hacer (know how) y la compe- tencia y así sucesivamente. Cada relacionamiento de poder pone en funcionamiento diferenciaciones que son al mismo tiempo sus condiciones y sus resultados. 2.-Los tipos de objetivos impulsados por aquellos que actúan sobre las acciones de los demás: el mantenimiento de los privi- legios, la acumulación de beneficios, la puesta en funcionamien- to de la autoridad estatutaria, el ejercicio de una función o de un comercio. 3.-Los medios de hacer existir las relaciones de poder: acorde a como sea ejercido el poder, por la amenaza de las armas, por los efectos de la palabra, por medio de las disparidades económicas, por medios más o menos complejos de control, por sistemas de 26
  • 27. vigilancia, -con o sin archivos- de acuerdo a reglas explícitas o no, fijas o modificables, con o sin los medios tecnológicos para poner todas estas cosas en acción. 4.-Formas de institucionalización: estas pueden combinar pre- disposiciones tradicionales, estructuras legales, fenómenos rela- cionados a la costumbre o a la moda (tales como los que se ve en instituciones como la familia), ellas también pueden tomar la forma de un aparato cerrado en sí mismo, con su loci específico, sus propias estructuras jerárquicas cuidadosamente definidas, una autonomía relativa en su funcionamiento) tales como las instituciones de enseñanza o militares), también pueden formar complejos sistemas provistos de múltiples aparatos, como en el caso del Estado, cuya función es poner todo bajo su égida, la existencia de una vigilancia general, el principio de regulación y en cierta medida también la distribución de todas las relaciones de poder en un entramado social dado. 5.-Los grados de racionalización: la puesta en juego de las rela- ciones de poder como acciones en un campo de posibilidades puede ser más o menos elaborada en relación a la efectividad de los instrumentos y la certeza de los resultados (mayores o meno- res refinamientos tecnológicos empleados en el ejercicio del poder) o incluso en proporción al posible costo (sea este el costo económico de los medios puestos en funcionamiento, o el costo en términos de la reacción constituida por la resistencia que se encuentra). El ejercicio del poder no es un hecho desnudo, un derecho institucional o una estructura que se mantiene o se des- truye: es elaborado, transformado, organizado, se asume con procesos que están más o menos ajustados a una situación. Se ve por qué el análisis de las relaciones de poder dentro de una sociedad no puede ser reducido al estudio de una serie de instituciones, ni siquiera al estudio de aquellas instituciones que podrían merecer el nombre de "políticas". Las relaciones de po- der están enraizadas en el sistema de las redes sociales. Sin em- bargo, esto no es decir que existe un principio de poder primario 27
  • 28. y fundamental que domina a la sociedad hasta en su último de- talle; tomando como punto de partida la posibilidad de la acción sobre la acción de los otros (la cual es coextensiva a cada rela- cionamiento social) uno puede definir distintas formas de poder, múltiples formas de disparidad individual, de objetivos, de la aplicación de poder dada sobre nosotros mismos u otros, de institucionalización parcial o universal, o de una organización más o menos deliberada. Las formas y las situaciones específicas de gobierno de los hombres por otros en una sociedad dada, son múltiples: ellas están superimpuestas, se cruzan, imponen sus propios límites, algunas veces se cancelan entre ellas, otras ve- ces se refuerzan entre sí. Es cierto, que en las sociedades con- temporáneas, el Estado no es simplemente una de las formas o situación específica del ejercicio del poder -incluso aunque este es una de las formas más importantes-, en un cierto sentido to- das las demás formas de relaciones de poder deben referirse a él. Esto no es porque las demás deriven de él, sino porque las demás relaciones de poder han quedado cada vez más, bajo su control (a pesar de que el control estatal no ha tomado la misma forma en los sistemas pedagógico, judicial, económico o fami- liar). Refiriéndonos aquí al sentido restrictivo de la palabra go- bierno, uno podría decir que las relaciones de poder han sido progresivamente gubernamentalizadas, es decir, elaboradas, racionalizadas, y centralizadas en la forma de -o bajo los auspi- cios de- instituciones del Estado. Relaciones de poder y relaciones de estrategia La palabra estrategia se usa corrientemente en tres formas. Pri- mero, para designar los medios empleados en la consecucion de un cierto fin, es por lo tanto una cuestión de racionalidad orien- tada a un objetivo. Segundo, para designar la manera en la cual una persona actúa en un cierto juego de acuerdo a lo que ella piensa que se sería la acción de los demás y lo que considera que los demás piensan que sería su acción, esta es la forma en que 28
  • 29. uno busca tener ventajas sobre los otros. Tercero, para designar los procedimientos usados en una situación de confrontación con el fin de privar al oponente de sus medios de lucha y obligar- lo a abandonar el combate; es una cuestión entonces de los me- dios destinados a obtener una victoria. Estos tres significados van juntos en situaciones de confrontación -guerra o juego- donde el objetivo es actuar sobre el adversario de tal forma de volver la batalla imposible para el otro. Por tanto, la estrategia se define por la elección de soluciones ganadoras. Pero debe tenerse en cuenta de que es un tipo de situación muy especial y que hay otras situaciones en las cuales es preciso mantener las distinciones entre los diferentes sentidos de la palabra estrate- gia. Referido al primer sentido, he indicado que uno puede llamar estrategia de poder a la totalidad de los medios puestos en fun- cionamiento para implementar o mantener el poder de forma efectiva. Se puede también hablar de estrategias propias de po- der en tanto constituyen modelos de acción sobre posibles ac- ciones, las acciones de los otros. Se podría entonces, interpretar los mecanismos usados en las relaciones de poder en términos de estrategias. Pero obviamente, es más importante la conjun- ción entre las relaciones de poder y las estrategias de confronta- ción. Por lo que, si es verdad que en el corazón de las relaciones de poder y como una condición permanente de su existencia hay una insubordinación y una cierta obstinación esencial de parte de los principios de la libertad, no hay entonces relación de po- der sin los medios de escapatoria o fuga posibles. Cada relación de poder, implica en última instancia, en potencia, una estrate- gia de lucha, en las cuales las fuerzas no están superimpuestas, no pierden su naturaleza específica, no se vuelven confusas. Ca- da una constituye para la otra un tipo de límite permanente, un punto de posible revés. Una relación de confrontación alcanza su término, su momento final (y la victoria de uno de los dos adver- 29
  • 30. sarios) cuando mecanismos estables reemplazan el libre juego de reacciones antagónicas. A través de tales mecanismos uno puede dirigir, de forma justa y constante y con una certeza razonable, la conducta de los otros. Para una relación de confrontación, desde el momento de que no es una lucha a muerte, la fijación de una relación de poder se vuelve un objetivo, al mismo tiempo que su cumplimiento y su suspensión. Como contrapartida, la estrategia de lucha, también constituye una frontera para las relaciones de poder, la línea en la cual, en vez de manipular e inducir acciones de forma calcula- da, se debe estar satisfecho con la reacción a ellas luego de un evento. No sería posible para las relaciones de poder existir sin los puntos de insubordinación, que por definición, son medios de escapatoria. Cada intensificación, cada extensión de las rela- ciones de poder para hacer someter al insubordinado puede sólo resultar en los límites del poder. El alcanza su término final tanto en el tipo de acción que reduce al otro a la impotencia total (en este caso la victoria sobre el adversario reemplaza al ejercicio del poder) como en la confrontación con aquellos que no go- bierna y su transformación en adversarios. Esto equivale a decir que cada estrategia de confrontación sueña con transformarse en una relación de poder y que cada relación de poder se vuelca hacia la idea de que, si sigue su propia línea de desarrollo y en- cuentra la confrontación directa, puede transformarse en una estrategia ganadora. En efecto, entre una relación de poder y una estrategia de lucha hay una atracción recíproca, una unión perpetua y un perpetuo revés. En cada momento una relación de poder puede transfor- marse en una confrontación entre adversarios. Igualmente, la relación entre adversarios en una sociedad puede, en cada mo- mento, dar lugar a la puesta en funcionamiento de mecanismos de poder. La consecuencia de esta inestabilidad es la capacidad de descifrar los mismos eventos y las mismas transformaciones tanto desde el interior de la historia de las luchas o desde el 30
  • 31. punto de partida de las relaciones de poder. Las interpretaciones que resultan no consistirán de los mismos elementos de signifi- cado, o de las mismas uniones o de los mismos tipos de inteligi- bilidad a pesar de que se refieran a las misma fábrica histórica y cada uno de los análisis debe referirse al otro. De hecho, son precisamente, las disparidades entre las dos lecturas las que hacen visibles a aquellos fenómenos fundamentales de "domi- nación" que están presentes en un gran número de sociedades. La dominación es de hecho una estructura general de poder de la cual sus ramificaciones y consecuencias pueden, a veces, apa- recer descendiendo a las más "incalcitrantes" fibras de la socie- dad. Pero al mismo tiempo, es una situación estratégica más o menos apropiada de hecho y consolidada por medios de una confrontación a largo plazo entre adversarios. Ciertamente pue- de ocurrir que el hecho de la dominación pueda ser sólo la transcripción de mecanismos de poder resultantes de la con- frontación y sus consecuencias (una estructura política resultan- te de la invasión), puede ser también que una relación de lucha entre dos adversarios sea el resultado de relaciones de poder con los conflictos y clivajes que implica. Pero lo que constituye a la dominación de un grupo, una casta, o una clase, junto a la resistencia y revueltas que esta dominación encuentra, un fenómeno central de la historia de las sociedades, es que el en- trecruzamiento entre las relaciones de poder con relaciones de estrategias y los resultados procedentes de su interacción se manifiestan en una forma masiva y universalizada. ■ 31