6. SÍMBOL DEL GENOCIDI
DEL POBLE JUEU (SHOAH, HOLOCAUST)
u En 5 anys, uns 1’3 milions d’homes, de dones i
d’infants (90% jueus) van ser assassinats a Auschwitz,
aproximadament 900.000 immediatament a la sortida dels trens
que els havien portat fins al camp, la majoria a les cambres de gas.
u La resta moriren de malalties, malnutrició, maltractaments, sàdics
experiments “científics”…
14. Estació de
tren
d’Auschwitz
u Unas 1.500 personas estuvimos viajando en tren varios días con sus correspondientes noches; en
cada vagón éramos unos 80. Todos teníamos que tendernos encima de nuestro equipaje, lo
poco que nos quedaba de nuestras pertenencias. Los coches estaban tan abarrotados que sólo
quedaba libre la parte superior de las ventanillas por donde pasaba la claridad gris del
amanecer. Todos creíamos que el tren se encaminaba hacia una fábrica de municiones en
donde nos emplearían como fuerza salarial. No sabíamos dónde nos encontrábamos ni si todavía
estábamos en Silesia o ya habíamos entrado en Polonia. El silbato de la locomotora tenía un
sonido misterioso, como si enviara un grito de socorro en conmiseración del desdichado
cargamento que iba destinado a la perdición. Entonces el tren hizo una maniobra, nos
acercábamos sin duda a una estación principal. Y, de pronto, un grito se escapó de los
angustiados pasajeros: "¡Hay una señal, Auschwitz!" Su solo nombre evocaba todo lo que hay de
horrible en el mundo: cámaras de gas, hornos crematorios, matanzas indiscriminadas. El tren
avanzaba muy despacio, se diría que estaba indeciso, como si quisiera evitar a sus pasajeros,
cuanto fuera posible, la atroz constatación: ¡Auschwitz!
u A medida que iba amaneciendo se hacían visibles los perfiles de un inmenso campo: la larga
extensión de la cerca de varias hileras de alambrada espinosa; las torres de observación; los
focos y las interminables columnas de harapientas figuras humanas, pardas a la luz grisácea del
amanecer, arrastrándose por los desolados campos hacia un destino desconocido. Se oían
voces aisladas y silbatos de mando, pero no sabíamos lo que querían decir. Mi imaginación me
llevaba a ver horcas con gente colgando de ellas. Me estremecí de horror, pero no andaba muy
desencaminado, ya que paso a paso nos fuimos acostumbrando a un horror inmenso y terrible. A
su debido tiempo entramos en la estación. El silencio inicial fue interrumpido
15. La primera
selecció
u Aleshores em toca a mi. Poc abans algú m’ha xiuxiuejat que cap a la dreta
indica el camp de treball; cap a l’esquerra, un camp per als inútils per a l treball o
per als malalts. Deixo que siguin les coses les que em vinguin a trobar – la primera
vegada entre moltes de les que hi haurà. El sarró del pa m’inclina cap a
l’esquerra, em redreço I em poso ben dret. L’home de les SS em mira amb aire
escrutador, sembla que es malfia o que dubta, em posa totes dues mans sobre
les espatlles, I jo que m’esforço a produir la impressió d’”intrèpid” I em quedo en
posició de ferms I amb el cos dret; llavors ell em gira lentament les espatlles, de
tal manera que quedo orientat cap a la dreta, I desapareixo cap a la dreta.
u Al vespre vam saber el significat d’aquell joc amb el dit índex: era la primera
selecció! La primera decisio sobre el ser o no ser; per a una inmensa majoria del
nostre transport, tal vegada per a un 90%, significava la pena de mort. Seria
executada en les pròximes hores. Els qui enviaven cap a l’esquerra deixaven
l’andana de l’estació per encaminar-se directament cap a un edifici del
crematori, on, segons em van explicar alguns que hi treballaven, podien llegir-se
rètols en diverses llengües europees que designaven aquell edifici com a “bany”.
Tot seguit, a tots els del transport a qui havien indicat l’esquerra, els van col·locar
a la mà una pastilla de sabó…
16. ¿”Lanzarse
contra las
alambradas?”
u A pesar de las órdenes estrictas de no salir de nuestros barracones, un colega
que había llegado a Auschwitz unas semanas antes se coló en el nuestro. Quería
calmarnos y tranquilizarnos y nos contó algunas cosas. Había adelgazado tanto
que, al principio, no le reconocí. Con un tinte de buen humor y una actitud
despreocupada nos dio unos cuantos consejos apresurados:
u "¡No tengáis miedo! ¡No temáis las selecciones! El Dr. M. (jefe sanitario de las SS)
tiene cierta debilidad por los médicos." (Esto era falso; las amables palabras de
mi amigo no correspondían a la verdad. Un prisionero de unos 60 años, médico
de un bloque de barracones, me contó que había suplicado al Dr. M. para que
liberara a su hijo que había sido destinado a la cámara de gas. El Dr. M. rehusó
fríamente ayudarle.) "Pero una cosa os suplico, continuó, que os afeitéis a diario,
completamente si podéis, aunque tengáis que utilizar un trozo de vidrio para
ello... aunque tengáis que desprenderos del último pedazo de pan. Pareceréis
más jóvenes y los arañazos harán que vuestras mejillas parezcan más lozanas. Si
queréis manteneros vivos sólo hay un medio: aplicaros a vuestro trabajo. Si
alguna vez cojeáis, si, por ejemplo, tenéis una pequeña ampolla en el talón, y
un SS lo ve, os apartará a un lado y al día siguiente podéis asegurar que os
mandará a la cámara de gas. …
19. Apatia
u Desprès de l’estadi de xoc, el pres s’esmuny dins el segon estadi, un estadi de
relativa apatia. A banda de les reaccions afectives a què abans hem fet
referència, durant els primers temps de la vida al camp el pres que fa poc que
ha estat internat també viu altres estats emocionals, I de seguida comença a
matar-los a tots. Entre aquests estats emocionals hi ha sobretot un enyorament
infinit de la gent de casa. Un enyorament que pot ser viscut amb tanta passió
que ja només hi ha lloc per a un sentiment: morir-se. Llavors és quan es presenta
la repugnància.
u La repugnància de tot el que és lleig, fins I tot la lletjor purament externa de què
el pres es veu rodejat. Com a la majoria dels companys l’han vestit amb uns
pellingots al costat dels quals els que porta un espantaocells són elegants. Al
camp, entre les barraques, tot és terreny fangós, I com més treballes per fer-lo
desaparèixer, per “allisar-lo”, més t’hi enfangues. Hi ha precisament una
predilecció per incorporar els presos acabats d’arribar a determinades brigades
encarregades de netejar latrines, de recollir els excrements, etc. Quan, Durant
l’operació de transport per camps alterosos, els excrements els esquitxen la cara
– cosa habitual-. Segur que, davant el sobresalt o el gest de netejar-se, la
resposta del capo, a qui iirrita la “delicadesa” del seu treballador, només és una
bastonada.
20. Lo que hiere
u La apatía, el adormecimiento de las emociones y el sentimiento de que a
uno no le importaría ya nunca nada eran los síntomas que se
manifestaban en la segunda etapa de las reacciones psicológicas del
prisionero y lo que, eventualmente le hacían insensible a los golpes día
ríos, casi continuos. Gracias a esta insensibilidad el prisionero se rodeaba
en seguida de un caparazón protector muy necesario. Los golpes se
producían a la mínima provocación y algunas veces sin razón alguna.
Por ejemplo: el pan se repartía en el lugar donde trabajábamos y
teníamos que ponernos en fila para obtenerlo. En una ocasión, el que
estaba detrás de mí se corrió ligeramente hacia un lado y esta mínima
falta de simetría desagradó al guardián de las SS. Yo no sabía lo que
ocurría en la fila detrás de mi, ni lo que pasaba por la mente del guardia,
pero, de pronto, recibí dos fuertes golpes en la cabeza. Sólo entonces me
di cuenta de que a mi lado había un guardia y que estaba usando su
vara. En tales momentos no es ya el dolor físico lo que más nos hiere (y
esto se aplica tanto a los adultos como a los niños); es la agonía mental
causada por la injusticia, por lo irracional de todo aquello.
21. Fam
u Els últims temps la dieta diària consistía en una sopa forá aigualida que repartien un cop al dia i la petita ració de pa que l’acompanyava; cal afegir-hi
una ració que en deien ”extra” i que consistía o bé en 20g de margarina o en una rodanxa d’embotit de baixa qualitat o en un trosset de formatge o en
un succedani de mel o en una cullerada d’una melmelada aigualida, etc. Cada dia diferent. Des del punt de vista calòric, una dieta absolutament
insuficient, i més considerant la duresa del treball físic i l’exposició a les gelades, sense comptar aquella roba de tan poc abric. .
u Ya he mencionado hasta qué punto no se podían olvidar los pensamientos sobre platos favoritos que se introducían a la fuerza en la conciencia del
prisionero, en cuanto tenía un instante de asueto. Tal vez pueda entenderse, pues, que aún el más fuerte de nosotros soñara con un futuro en el que
tendría buenos alimentos y en cantidad, no por el hecho de la comida en sí, sino por el gusto de saber que la existencia infrahumana que nos hacía
incapaces de pensar en otra cosa que no fuera comida se acabaría por fin de una vez. Los que no hayan pasado por una experiencia similar
difícilmente pueden concebir el conflicto mental destructor del alma ni los conflictos de la fuerza de voluntad que experimenta un hombre hambriento.
Difícilmente pueden aprehender lo que significa permanecer de pie cavando una trinchera, sin oír otra cosa que la sirena anunciando las 9,30 o las 10
de la mañana -la media hora de descanso para almorzar- cuando se repartía el pan (si es que lo había); preguntando una y otra vez al capitán -si éste
no era un tipo excesivamente desagradable- qué hora era; tocar después con cariño un trozo de pan en el bolsillo, cogiéndolo primero con los dedos
helados, sin guantes, partiendo después una migaja, llevársela a la boca para, finalmente, con un último esfuerzo de voluntad, guardársela otra vez en el
bolsillo, prometiéndose a uno mismo aquella mañana que lo conservaría hasta mediodía
22. Quan ja no et
queda res
u Mentre ensopeguem quilòmetres i quilòmetres, fanguejant per la neu o bé
relliscant en algunes clapes de gel, repenjant-nos l’un en l’altre, ajudant-nos a
alçar-nos i arrossegant-nos cap endavant, ja no se sent cap paraula, però en
aquest moment sabem que cadascun de nosaltres tan sols pensa en la seva
dona. De tant en tant aixeco els ulls al cel, on les estrelles empal·lideixen, o cap
a aquell indret on l’aurora del matí apareix darrere un grop de núvols fosc. Però
ara la meva ment és plena de la figura que aferro en la meva imaginació
terriblement viva i que abans, quan feia una vida normal no havia conegut.
Tincs converses amb la meva dona. Sento com em contesta, la veig somriure,
veig la seva mirada estimuladora i encoratjadora, i la seva mirada –real o no-
irradia ara més llum que el sol que acaba de sortir. Aleshores m’estremeix un
pensament: per primera vegada a la vida experimento la certeza d’allò que
tants pensadors han presentat en com el darrer gest de la veritat extreta de la
seva vida i que tants poetes han cantat: la verita que l’amor és en certa forma
la darrera meta i la més elevada a la qual l’ésser humà és capaç de llançar-se.
Ara comprenc el sentit últim i suprem de les coses que ens poden dir la poesía i
el pensamenti … la fe: la salvació en l’amor i a través de l’amor. Comprenc que
l’home, quan ja no li queda res en aquest món, pot ser feliç- encara que només
sigui uns instants- lliurant-se en el més íntim del seu ésser a la imatge de la
persona estimada.
23. Monólogo al amanecer
u En otra ocasión, mientras cavábamos una zqnja, el amanecer proyectaba una luz grisácea. Gris el cielo y
gris la nieve, bañada por la luz del alba; grises los harapos, que malamente cubrían los cuerpos de los
prisioneros, y grises sus rostros. Mientras trabajaba, mi imaginación hablaba con mi mujer, o acaso quería
escudriñar la razón de mi sufrimiento, de mi lenta agonía. En una violenta protesta contra lo inexorable de
la muerte inminente, sentí que mi espíritu atravesaba todo el gris circundante, que transcendía ese mundo
desesperado, y en algún lugar oí un victorioso “sí” en respuesta a mi pregunta sobre si finalmente la vida
tenia sentido. En ese momento se encendió una luz en una granja lejana, recortada en el horizonte como
una pincelada de color, radiante en aquel amanecer grisáceo de Baviera, “Et lux in tenebris lucet”. “Y la
luz brilla en medio de la oscuridad.
u Estuve muchas horas despedazando la tierra helada. El guardia pasaba junto a mi y me insultaba, pero yo
seguía hablando con mi amada. La sentía a mi lado cada vez con mayor intensidad. Tenia la sensación
de que podía tocarla, que si extendía mi mano podría alcanzar la suya. Una sensación
extraordinariamente viva: ella estaba realmente ahí. En ese preciso instante, un pájaro se posó justo
delante de mi, sobre el montón de tierra extraído de la zanja, y me miró fijamente.
24. La llibertat
interior
u D’acord amb l’experiència, la mateixa vida al camp ens ha ensenyat
que és molt probable que l’home pugui actuar d’una altra manera. Hi
hauria exemples suficients, sovint casos heroics, que han demostrat que
justament l’apatia pot ser superada, que justament la irritabilitat pot ser
reprimida, o sigui que, interiorment I exteriorment, subsisteixen vestigis
d’una llibertat espiritual, d’una actitud lliure del jo en relació amb l’entorn
fins I tot en aquesta situació de constrenyiment aparentment absolut.
u Entre la gent que ha viscut en un camp de concentració, ¿qui trobaríem
que no sabés donar raó d’aquelles figures humanes que recorrien ara
l’Appelplatz, ara els barracons, dispensant aquí una bona paraula, allà
un bocí de pa? Encara que haguessin estat poques, tenen la força
concloent segons la qual al camp de concentració t’ho poden prendre
tot menys una cosa: l’últim vestigi de llibertat per adoptar una actitud o
una altra davant determinades condicions. (…) .
Aquesta llibertat espiritual de l’home, que fins al moment de la nostra darrera alenada ningú no ens pot robar, és la la que fins
al moment de la nostra darrera alenada també ens dóna l’ocasió de modelar-nos una vida plena de sentit.
25. El destino, un regalo.
uLa actitud con la que un hombre acepta su destino y el
sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz,
comporta la singular coyuntura – incluso en circunstancias muy
adversas- de dotar de sentido profundo a la vida. Puede conservar
su valor, su dignidad, su generosidad o, arrastrado en la amarga
lucha por la supervivencia, puede olvidar la dignidad humana y
actuar como un animal, como sucede con los prisioneros en los
campos. En esa decision reside la oportunidad de atesorar o
despreciar los valores morales que su dolorosa situación y su duro
destino le brindan para su enriquecimiento interior. Y eso determina
si será digno o no de sus sufrimientos.
26. Spinoza, educador
Nietzsche: El qui té un perquè per viure és capaç de suportar gairebé qualsevol com”
Calia, doncs, conscienciar els presos del camp, en la mesura en què es presentés l’ocasió del “perquè” de la
seva vida, de l’objectiu de la seva vida, per tal d’aconseguir que interiorment també fossin capaços de
superar i resistir aquell “com” esborronador de la seva existencia, aquell horror de la vida al camp. I
viceversa: pobre del qui ja no veia cap raó de viure, per al qual la vida ja no tenia el sentit de la seva
existència, aquell horror de la vida al camp. I viceversa: pobre del qui ja no albirava cap objectiu en la vida,
per a qui el sentit de la seva existencia s’havia esvaÏt, i amb ell qualsevol sentit que el fes perserverar. Els
presos anaven perdent, així, tots els referents no van tardar a abandonar-se. La frase típica amb què
replicaven qualsevol raonament encoratjador i amb la qual refusaven qualsevol consell era sempre la
mateixa: “ ja no espero res de la vida”. Què se’ls pot dir, a aquestes persones. El que cal en aquests casos és
capgirar totes les preguntes sobre el sentit de la via: hem d’aprendre i hem d’ensenyar a les persones
desesperades que el sentit de la vida de fet en cap cas no depèn d’allò que encara esperem de la vida, sino
més aviat, i de manera exclusiva, d’allò que la vida espera de nosaltres!
27.
28. Es evidente que el mero hecho de que un hombre haya sido guardia del campo o prisionero no revela
casi nada de él. La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que, en
términos generales, merecen ser condenados. Los límites entre estos grupos se difuminan y superponen, y
no se pueden simplificar afirmando que unos eran ángeles y otros demonios. Si un guardia o capataz, a
pesar de las perniciosas influencias del campo, se mostraba cordial con los reclusos, eso suponía un logro
personal y moral, mientras que la vileza del preso que maltrataba a sus compañeros resultaba
especialmente despreciable. Obviamente, con estos hombres los prisioneros se sentían desconcertados
hasta la desesperación, y se conmovían por la mínima bondad de alguno de los guardias. Recuerdo el
dia en que un capataz me dio a escondidas un trozo de pan, seguramente de su ración de desayuno. Y
me obsequió con algo más, “algo” humano que me hizo saltar las lágrimasL la palabra y la mirada con
que acompañó el regalo.
Con lo expuesto podemos concluir que hay dos razas de hombres en el mundo, solo dos: la de los
hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se mezclan en todas partes y en todas las capas
sociales. Ningún grupo social se compone exclusivamente de decentes o indecentes, En este sentido,
ningún grupo es de “pura raza”, y por ello había entre los guardias personas decentes.
La vida en un campo de concentración desgarraba el alma humana y exponía a la luz los abismos
interiores. ¿Sorprende que en esa profundidad las cualidades humanas estén compuestas de bien y de
mal? El límite que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa a todo ser humano, llega
hasta las más hondas profundidades del alma y aparece incluso en el fondo del abismo que se pone de
manifiesto en el campo de concentración.
La historia nos brindó la oportunidad de conocer la naturaleza humana como ninguna otra generación.
Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es quien ha inventado las
cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme, musitando una oración.
30. L’alliberament
del camp
u Els companys van cap a la porta del camp arrossegant els peus cansats,
les cames a penes els porten. Observen, tímids al seu voltant, es miren
interrogativament els uns als altres. Tot seguit travessen la porta del camp I
fan els primers passos temerosos. Aquesta vegada no se senten crits que
donin ordres, aquesta vegada ningú no esquiva cap cop de puny ni cap
puntada de peu. Oh, no, aquesta vegada els vigilants del camp els
ofereixen cigarretes. Naturalment no els reconeixen, ja que aquests dies
tots els vigilants s’han afanyat a vestir-se de civils. Els expresos continuen
caminant, a poc a poc, al llarg de la carretera que surt del camp. Les
cames comencen a fer mal I amenacen de fer figa. Continuen arrossegant-
se, volent veure per primera vegada els voltants del camp o, més ben dit,
veure’ls per primera vegada com a homes “lliures”. Treuen doncs el cap a
la natura, a la llibertat. “Llibertat” es diuen a si mateixos, I tornen a repetir-
ho, en pensaments; però, senzillament, no ho poden comprendre. La
paraula llibertat va ser en aquells somnis nostàlgics tan grapejada,I era una
noció tan excessivament empal·lida, que, en confronter-se amb la realitat,
es desintegrava. La realitat encara no penetrava ben bé la consciència:
senzillament no podien comprendre-ho.
31. Cierto dia, poco después de la liberación, caminé kilómetros y kilómetros por
un campo florido en dirección al mercado de un pueblo cercano. Las
alondras se elevaban al cielo y se oían sus alegres cantos; no se veía a nadie
en varias millas a la redonda, no había nada más que el cielo y la tierra y el
júbilo de las alondras, la libertad del espacio. Me detuve, miré a mi
alrededor, después al cielo, y caí de rodillas. En aquel momento yo sabia
muy poco de mí y del mundo, no tenia sino una única frase en mi cabeza:
“En la angustia clamé al Señor y Él me contestó desde el espacio en
libertad”.
No recuerdo cuánto tiempo permanecí allí, de rodillas, repitiendo mi
jaculatoria. Pero estoy seguro de que aquel día, en aquel instante, mi vida
comenzó de nuevo. Fui avanzando poco a poco, hasta volverme otra vez
un ser humano.